Casi 30 años de romance con la selección argentina

(Por Cristian Báez).- La relación entre remeros del club de Regatas Bariloche y la selección argentina de Remo comenzó allá por mediados de la década del 80. Décadas han transcurrido y la relación se encuentra más fuerte que nunca. A miles de kilómetros de las más poderosas entidades de Mendoza o de la zona norte del gran Buenos Aires, el lago Nahuel Huapi se las ingenia para seguir sacando valores que logran llegar a ponerse la camiseta “albiceleste”.

El “pionero” fue Guillermo “Pancho” Pfaab. Siendo muy joven, fue convocado por primera vez en 1985. A partir de ahí, comenzó a transitar un recorrido inesperado y maravilloso hasta convertirse en uno de los más destacados deportistas de Bariloche de toda la historia. Compitió en Sudamericanos, Panamericanos y Mundiales. Y en 1992 se dio el gusto de llegar a la máxima cita del deporte mundial: los Juegos Olímpicos. Esa experiencia vivida en Barcelona se repitió cuatro años más tarde en Atlanta. En el medio de esos dos momentos sublimes, estuvo la mágica sensación de representar al país en condición de local. Eso ocurrió en los Juegos Panamericanos de Mar del Plata 95, en donde el barilochense brilló a gran altura.

“Pancho” fue el que abrió el camino. Y hubo alguien, de fuerte personalidad y enorme coraje, que se le sumó rápidamente. María Julia Garisoain también llenó de orgullo a los barilochenses y recibió el tan ansiado llamado de la selección. Su recorrido fue exitoso y contundente, con numerosos títulos sudamericanos, medallas panamericanas y podios mundiales. Su llegada a los Juegos Olímpicos se produjo en Atlanta 96, momento en el que coincidió con “Pancho” provocando algo difícil de repetir: dos deportistas de esta tierra en la máxima competición deportiva del planeta. El paso por suelo norteamericano no sería la única experiencia olímpica para la “Vasca”. Cuatro años después volvió a subirse a un bote argentino en los Juegos de Sidney. 

Las carreras de Julia y “Pancho” llegaron a insospechados niveles. Mientras tanto, paradójicamente, el semillero de ambos atravesaba el momento más difícil. Por diferentes cuestiones, el club de Regatas Bariloche estuvo cerca del cierre definitivo. Si hasta el techo de la sede se vino abajo con la gran nevada del 95. Parecía que el “romance” con la selección tenía allí su punto final y no había forma de lograr una reconciliación. Sin embargo, todo cambió de un momento a otro. El club resurgió con más fuerzas que antes y abrió sus puertas a una nueva camada de jóvenes deportistas. Entre ellos apareció Joaquín Iwan, el abanderado de la segunda etapa. En poco tiempo, “Juaco” logró llegar a la selección. Casi sin darse cuenta fue transitando por las tradicionales escalas y llegó a coronarse subcampeón mundial en la categoría Sub 23. Luego llegó la consagratoria actuación en los Panamericanos de Río de Janeiro 2007 en donde contó con el brillante acompañamiento de Carolina Schiffmacher. Motivados por los logros “Juaco” y “Caro”, otros barilochenses se esforzaron al máximo y lograron tener alguna oportunidad en el conjunto nacional. Fue el caso de Nicolai Fernández quien, en forma silenciosa y constante, pudo destacarse a nivel internacional y ser uno de los permanentes convocados. También Agustín Radero y Juan Pizorno protagonizaron algún capítulo de selección.

 

La historia de Bariloche y la selección volvió a darle un lugar al gran “Pancho” Pfaab. En un reconocimiento a su carrera deportiva, fue nombrado como entrenador del plantel argentino. Fue una etapa repleta de logros que tuvo su broche de oro en los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011.       Más acá en el tiempo, más jóvenes remeros asomaron con fuerza y tuvieron su posibilidad. Le ocurrió a Diderik Lamuniere, José Moreschi y Ayelén Vegas. Lo de Ayelén es muy reciente y altamente meritorio. Logró subir al podio en un Sudamericano Juvenil que se llevó a cabo en Perú.

El romance lleva casi 30 años y seguramente se extenderá por mucho tiempo más. Algunos sostienen que se trata de un romance eterno, aunque eso es imposible garantizarlo. Y si bien, la relación se muestra sólida y feliz, tal vez estaría faltando recuperar algún condimento olímpico para equiparar lo logrando en la primera etapa. Tal vez, ese condimento aparezca en 2016. Joaquín Iwan, el abanderado de la segunda etapa, dejará el alma para que así sea.   

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