La Argentina sigue teniendo una serie de problemas sin que se avizoren soluciones a corto plazo. En este sentido, prolifera una vasta gama de críticos y comentaristas especializados, que auscultan la realidad y los síntomas de lo que puede venir. Sin embargo, los que tienen la responsabilidad final para tomar decisiones y adoptar medidas son los gobernantes. Ellos son los responsables fundamentales del rumbo.
Los reclamos del sector agropecuario —aunque ya sin tensión, como en los tiempos de los cortes de rutas— y la constante inflación no dejan de ser preocupantes y, por lo tanto, una prueba irrefutable de lo patológico que es el mar de explicaciones y contradicciones intentando justificar modelos sobre bases que presentan fisuras. Y esto ocurre porque la enfermedad es tratada con paliativos que no bastan y no es atacada en profundidad.
Hasta ahora todo lo que se puede haber mejorado fue con paliativos (como la Asignación Universal por Hijo a los desocupados), desde el momento en que hay problemas de fondo. El nuevo horizonte que se anhela no es un espejismo, si tomamos en cuenta las potencialidades y capacidades argentinas. El país espera y necesita tiempos de recuperación.
Hay que construir de una vez por todas una gran Nación. Lamentablemente, sobre esto aún no hay puntos de unión lo suficientemente firmes para alcanzar esa meta.
La Argentina vive situaciones preocupantes que no dejan de calar hondo en vastos sectores de la población. Asimismo, ante los conflictos que se suscitan —como los enfrentamientos entre el Gobierno y la CGT que conduce el camionero Hugo Moyano, midiendo fuerzas en actos multitudinarios— se crean nuevos frentes de tormenta. Las dificultades están a la vista, se sabe dónde están los problemas y como juega cada cual frente a ellos; lo que hay que saber es cuánto puede ser el daño que la coyuntura va a causar. Desde luego no es fácil de prever, ya que entre los mayores problemas, el Gobierno tiene que moverse en el terreno de las negociaciones con distintos sectores, a partir de las cuales deberá capear los múltiples efectos conflictivos que puedan ocurrir.
Es deber de todo gobierno ayudar a la sociedad a contar con los elementos de juicio certeros y objetivos que faciliten salidas seguras hacia un futuro de crecimiento sostenido.