Una detención que reabre el interrogante

Aunque capitalizada como un logro, la detención de Henry de Jesús López Londoño, alias “Mi Sangre”, puso a las autoridades nacionales frente a una realidad que resulta cada vez más difícil de negar. Durante los últimos años la presencia en el país de personajes vinculados a peligrosos cárteles de la droga se ha hecho cada vez más evidente, lo que parece indicar que Argentina se habría convertido ya en un lugar de refugio de narcotraficantes sin margen de maniobra en sus propios países.

Pese a que el gobierno niega que sea así, sólo en los últimos cuatro años se ha registrado cerca de una decena de episodios que ubican a narcotraficantes colombianos o mexicanos operando en nuestro país. Y si bien se trata de una cantidad de casos sin precedentes, lo que más inquieta no es el número sino el peso que estos “huéspedes” ocupan dentro de sus organizaciones mafiosas, como venimos a enterarnos cada vez que son detenidos por la policía o acribillados por sicarios en plena calle.

López Londoño, quien fue detenido el martes último en Pilar tras un operativo de inteligencia, está acusado de ser el mayor financista de Los Urabeños, herederos de los grupos paramilitares desmovilizados de Colombia; pero también de proveer grandes cantidades de cocaína al sangriento cártel mexicano de Los Zetas. Por esta causa lo buscaban Interpol, la Dirección de Policía Judicial colombiana y la Secretaría de Inteligencia Argentina.

Como se supo tras su detención, “Mi Sangre”, había ingresado a Argentina en diciembre pasado con un pasaporte falso de Venezuela y simulaba ser un exitoso empresario de la compra y venta de autos de alta gama. Su verdadera actividad, como revelaron los investigadores, era sin embargo la de coordinar el envío de millones de pesos mensuales producto de la venta de cocaína al cartel de ‘Los Urabeños”.

No menos inquietante que la suya resultó la presencia en el país de su actual compañero de pabellón en el penal de Ezeiza, el ciudadano colombiano Ignacio Álvarez Meyendorff, detenido por la Policía Aeroportuaria el 22 de abril del año pasado cuando regresaba a Buenos Aires tras unas vacaciones en Tahití. Buscado por la DEA por ingresar ocho toneladas de cocaína a Estados Unidos en pequeños submarinos, Meyrendorff, uno de los líderes del cártel colombiano del Valle del Norte, se había afincado en Argentina en 2005 y repartía su vida entre Puerto Madero y el country Abril.

La lista de capos narcos detectados durante los últimos años en el país no termina ahí. El 9 de abril de este año, fuerzas de Gendarmería detuvieron en Gualeguaychú al ciudadano colombiano Gustavo Adolfo García Medina, jefe de una organización que intentaba traficar a Estados Unidos 280 kilos de cocaína ocultos en muebles de estilo. Como parte de la misma investigación, realizada a pedido de la policía colombina y la DEA, fue detenida en Buenos Aires Ruth Martínez, ex esposa del narco colombiano Daniel “El Loco” Barrera Barrera, uno de los jefes más importantes de las BACRIN, las Bandas Criminales Emergentes al Servicio del Narcotráfico, quien iba a caer en Venezuela meses después.

López Londoño “Mi Sangre”, Álvarez Meyendorff, “El Loco” Barrera Barrera... tres nombres de peso en el mundo del narcotráfico; cuatro cárteles distintos. Parece absurdo sostener que su presencia en el país es una mera casualidad.

Lo que más inquieta no es el número sino el peso que estos “huéspedes” suelen ocupar dentro de sus organizaciones mafiosas

Si bien tras la detención de López Londoño, las autoridades nacionales salieron rápidamente a aclarar que su presencia no significaba que hubiera cárteles de la droga instalados en nuestro país, el tema divide aguas entre los analistas internacionales. Mientras que algunos de ellos coinciden con el gobierno en que se trataría de un fenómeno global, otros observan que Argentina resulta especialmente atractiva para los narcos.

“No es que esto pasa sólo en la Argentina, pasa en el mundo. Como López Londoño, muchos narcos se trasladan de país en país, sobretodo en las zonas de producción de droga. Están un tiempo acá y luego se van para otro lado. Van rotando permanentemente”, dijo el vice ministro de Seguridad, Sergio Berni, quien explicó que de hecho, “este hombre se había movido por toda Sudamérica sin ser capturado”.

Frente a “la creciente presión del gobierno colombiano”, los cárteles “cambian su modus operandi en busca de nuevas rutas de envío de drogas. Algunas de la que hemos detectado incluyen Argentina, Chile y otros países del Cono Sur, para volver luego al Caribe y Estados Unidos”, explicó el jefe de la Policía de Colombia, José Roberto León, abonando la hipótesis de un fenómeno globalizado.

“Es cierto que hay una avanzada de los carteles de la droga. Pero no es parte de un proyecto de instalación definitiva. Están viendo el terreno en el marco de la globalidad”, entiende también Carlos Alberto Pereyra Mele, analista del Centro de Estudios Estratégicos Suramericanos, quien señala sin embargo que los cárteles encuentran en Argentina un atractivo peculiar: “una destacada infraestructura de la industria química y técnicos capacitados” de los que valerse.

Para Alejandro Corda, experto en política de drogas y docente de la UBA, no sería sólo eso. Los narcos encuentran en Argentina “cierta facilidad para moverse física y financieramente. La falta información de inteligencia para anticipar no sólo la presencia de personas sino de organizaciones criminales de este tipo es lo que hace atractivo al país” , asegura.

Lo mismo sostiene el analista mexicano Eduardo Buscaglia, quien dice que “Argentina “ya no es simplemente un punto de tránsito para los narcotraficantes”. “Sus gobiernos provinciales no tienen la capacidad de investigar crímenes complejos, y por lo general tampoco buscan cooperación. De ahí que sus posibilidades de proceder contra el narco sean extremadamente bajas” y éste ya “esté instalado allí”, asegura.

Pero ya se trate sólo de un lugar de paso o de “una cabecera de playa” para el narcotráfico internacional, si en algo coinciden los analistas es que Argentina no debe desdeñar la amenaza potencial que plantea este fenómeno ni ahorrar esfuerzos para combatirlo.

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