Un extraño default, que aún podría evitarse

Un extraño default, que aún podría evitarse
Por Hugo José Monasterio
Grupo “Nutriente Sur”
25 / 7 /  2 014

Antes  que  nada,  es  menester  señalar  que,  aún  con  sus  maltrechas  cuentas,  Argentina  podría  pagar  hoy  la totalidad  de  lo  reclamado  por   los  “buitres”.  Sin embargo, aún  haciéndolo,  no  quedará  liberada  de  derivaciones  muy  complicadas.   

En ese  sentido,  el  rechazo de la Corte Suprema de Estados  Unidos  a considerar  el  caso  de  los  bonos  argentinos desató  una  auténtica  espiral  de  decisiones  y  respuestas  entre  las  partes  afectadas  (el  Juez  Griesa,  el gobierno  nacional  y  los  hold-outs).  Y  la  probabilidad  de  caer  en  “cesación  técnica  de  pagos”  mantiene  en  tensa  expectativa  a  factores  económicos  muy  gravitantes  (el  Banco Central,  YPF,  sociedades  que  cotizan  en  bolsa,  bancos  públicos  y  privados,  empresas  dedicadas   al  comercio  exterior,  etc.) 

Por lo pronto, vencido ya  el  primer  plazo  para  abonar  los  cupones del  Discount,  aquellos  bonistas  que  en  su  momento  aceptaron  el  canje  de  deuda   aún  no  pudieron   cobrar,  al  haber  bloqueado  Griesa  el  dinero  que  les  remitió  el  gobierno  nacional  (de  todas  maneras,  esto  no  configura  todavía  una  situación  de  default,  ya  que  hasta  el  31 de  julio  esos  acreedores  no  podrían  demandar  judicialmente  al  país).    

     El  resultado  final  de  la  contienda   permanece  sin  definirse,  y  ello  trajo  volatilidad  a  los  mercados  locales  (desplome  de  acciones  en  la  Bolsa,  suba  del  dólar  paralelo,  intensa  actividad  del  Banco  Central   para  contener  al  “blue”).  Por  eso,  ante  revuelos  de   esta   magnitud   siempre   es   bueno  separar   lo  coyuntural  del  análisis estructural  (que  es  el  que  verdaderamente  importa).

I

     El  gobierno  venía  cerrando  distintos  frentes   de  conflicto  (a  los  que,  por  “principios  ideológicos”,  mantuvo  “cajoneados”  durante  años).  Así,  entre  agosto/2013  y  febrero/2014  terminó  de  negociar  y  canceló  cinco  juicios  que  amenazaban  con  agigantarse  en  el  CIADI  (Tribunal  de Naciones Unidas para  litigios del comercio internacional),  indemnizó  a  Repsol  (pese  a   haber  dicho  antes  que  era  esta  empresa  quien  debía  compensar  al  país),  y  acordó  un   plan  de  pagos  con  el  Club  de  París.  Pero  para  todo  esto  debió  apelar  al  recurso  que  más  aborrece,  no  utilizado  desde  octubre/2008:  emitir  bonos  de  deuda  externa  por  U$S 15.611  millones  (un  nuevo endeudamiento, que  no  supera  el  4%  de  nuestro  PBI,  pero  cuyas  mayores  cargas  deberán  ser  afrontadas  por  la  próxima  gestión,  ya  que  casi  la  mitad  de  los  intereses  vencerán   en  el  lapso 2016-2019).

    ¿A  qué  obedece  este  repentino  dinamismo  gubernamental?   A  que  necesita  “dinero  fresco”,   que  sólo  puede  provenir  de  inversiones  externas  o  créditos  internacionales.  A que  admitió  que  el  funcionamiento  del  propio  Estado  no  puede  seguir  causando   continuas  salidas  de  reservas:  3.214  millones  de  dólares  por  año  (en  promedio)  desde  el  2008,  para  pagar  -entre otros rubros-  las  importaciones  de  energía.  (1)   A  que si consigue dominar semejante drenaje, alcanzará  un  mayor dominio sobre el mercado cambiario  (es  decir,  sobre  el  valor  del  dólar  oficial  y  el  paralelo),  sin  tener  que  apelar  a  “cepos”  u  otras  restricciones.  Y  a  que  esto  es  esencial  para  evitar crecientes recesión y desempleo mientras dure  su  mandato. Además la agenda le marca con resaltador  que  en 2015 se  producirán  vencimientos  de  deuda  externa por  11.114  millones de dólares.  (2)  

      Así se  entiende  también porqué,  ante  el  visible  agotamiento  de  los  proveedores internos de  crédito  (BCRA  y  ANSES),  produjo  a  principios  de  año  drásticos  cambios  en  sus  políticas  económicas:   devaluación,  suba de tasas  de  interés,  imposición  de  un  “techo”  a  las  paritarias,  recortes  de  subsidios  (que  aún  no  se  aplican  en  la  proporción   anunciada).  Estas  medidas  resultaron  efectivas   para  calmar  las  aguas y  frenar  la  estampida  de  la divisa; pero tienen inconvenientes   insoslayables:   a)  el  dólar  oficial   no  podrá   mantenerse  por   mucho  tiempo  en  su  actual  nivel  si  persiste  la  inflación;    b)  ya se advierte  una  clara  desaceleración en  las actividades productivas.  

II

        Después del CIADI, París y Repsol,  los  hold-outs  se  presentaban  como  el  último  tema  a  resolver  para  conseguir  dólares  “frescos”,  que  reemplacen  a  las  divisas  que  deberán  salir   por  compromisos  con  los  acreedores  externos.

II.a.   Paradójicamente, el monto  al que ascienden los bonos en manos de todos los  hold-outs   (US$ 15.712 millones) es casi igual a la deuda que el gobierno logró regularizar en 2014  (U$S 15.611).  Aunque de  aquel  monto,  la demanda realizada en New York incluye apenas al 9,88%.

II.b.   Viéndolo desde esta perspectiva,  si  el  plan “A”  del  gobierno  era  negociar  con  ellos  recién  en  2015  (ya  sin el obstáculo de la cláusula R.U.F.O.),  el  acuerdo  final  no  parecía  una  meta  imposible.  Sin embargo,  esa  negativa  de  la  Corte  Suprema  norteamericana  redujo  las  soluciones  factibles  a  un  “paquete”  mínimo  de  opciones,  en  las  que  no  quedamos  bien  posicionados.    

II.c.    Teniendo en cuenta  los  fallos  de  primera  y  segunda  instancia, si  hubiese  habido  una  aceptación  por  parte  de la Corte,  para  los  hold-outs  los  resultados  más  probables  eran  ganar definitivamente el  pleito (es decir, cobrar todo lo que pretenden) o verse obligados  a ceder, recibiendo menos que lo dispuesto  por  Griesa (en este caso el gobierno también perdía, pero en condiciones más “decorosas”; y, dados los plazos  judiciales, esto recién ocurriría en 2015). 

II.d.     Para  Argentina,  en  cambio,  esas  sentencias  desfavorables  desbarataban   tanto  la   chance   de   no  tener  que pagarles  por  haber  rechazado sus anteriores  ofrecimientos,  como  la  posibilidad  de  que  los “buitres”  terminen cobrando  lo  mismo  que  los  bonistas  reestructurados.

III

      Hoy  se  avizoran  cuatro  caminos:    1)  desoír  la  sentencia  de  Griesa   (con  lo  que   no   podremos   pagar   a   los  bonistas  reestructurados,  cayendo  en  default  técnico);    2)  conseguir  que  el  Juez  permita  pagar  los  cupones  vencidos  y  dilatar  la  negociación  con  los  “buitres”  hasta  enero  de  2015  (lo cual parece improbable:  difícilmente Griesa  levante las  trabas  impuestas  si  éstos  no  se  manifiestan  satisfechos con las garantías brindadas);    3)  cumplir la sentencia,  lo que destrabaría el  pago a  los  “reestructurados”  y evitaría el  default,  pero  desatará una ola de demandas de los hold-outs que no participaron en este juicio y, al mismo  tiempo, “gatillaría” la cláusula R.U.F.O.;   4)  lograr que los  holdouts cobren de  un  modo  tal  que  no  se  viole  la  cláusula R.U.F.O. y se eluda  así el default  (pero tal como está redactada la sentencia, esto  parece  técnicamente  inalcanzable;  además, la alternativa  de  pagar a los reestructurados en Buenos Aires debió descartarse por ser inviable:  se necesitaba el acuerdo  de  al  menos 85% de ellos, y ponía al Banco de Nueva York en situación de desacato frente a un juez de su país ).  

III.a.  Dados esos escenarios y según lo que finalmente suceda,  los hold-outs estarían ganando “todo” si logran  cobrar el monto fijado por Griesa, o venciendo parcialmente si sólo obtienen lo que el Juez  llegue a embargar.

III.b.   Si Argentina cae en cesación de pagos, los hold-outs tendrán liberada la posibilidad  de  embargar  fondos o bienes del país. Pero son concientes de que, tal como lo dijo Kicillof ante el propio Juez, en la práctica su sentencia es de “cumplimiento imposible”:   Argentina enfrenta no sólo la posibilidad del default, sino también  el  ya  mencionado  riesgo  de  juicios  de  otros  hold-outs  y  de  bonistas  reestructurados  si  viola  la  cláusula  R.U.F.O.  Y  esto  provocaría que, para  afrontar  el  resto de  2014  y  todo 2015,  se  necesite  la  friolera  de U$S 32.110 millones  -1,78 veces la suma de reservas de libre disponibilidad que tenemos hoy-).  (3) 

IV

Debe remarcarse  que, en términos económicos puros, el default sería una situación insólita, ya que:

1) El país no se encuentra en estado de insolvencia:  sus indicadores  de endeudamiento, el grado de déficit fiscal (más alto que lo conveniente, pero manejable)  y  los  precios internacionales  de  nuestras  exportaciones  no  justifican  esa  situación. Roberto Lavagna fue muy gráfico al respecto:   “En 2001 la deuda pública en dólares equivalía a 18 cosechas de los principales cultivos (soja, trigo, maíz, girasol) y el pago de intereses consumía 3 cosechas anuales.  Hoy, sumando a todos los  holdouts, la deuda iguala el valor de 3 y ½ cosechas, y en el año próximo los intereses (computando ya la sentencia de Griesa) absorberían sólo 1/2 cosecha.  El conflicto tiene entonces tantos ribetes políticos como legales”.  (4)

2) El gobierno –aunque se esmere en declaraciones de trinchera- necesita solucionar el conflicto.  Como debe mantener controladas diversas variables hasta diciembre/2015, recurrir a los mercados internacionales de crédito se convirtió en una prioridad  (esto explica, como dijimos antes, sus “buenos deberes” en el exterior).

3) Lo que los hold-outs quieren, en definitiva, es cobrar;  y  si bien el default  técnico es un arma muy  eficaz  para presionar, saben que obtendrán más dinero si el  país no cae en la calificación más baja.

          Hay espacio para evitar la cesación de pagos:   haber designado  un  negociador  y la negativa de Griesa a  embargar  los fondos bloqueados en Nueva York, lo ponen en evidencia. Las notas promisorias de pago o depósitos en caución bajo tutela judicial son dos opciones que no fueron exploradas debidamente. 

          Si las aguas terminan calmándose, Argentina podrá cerrar su proceso de reestructuración de deudas con un saldo aún propicio:   los compromisos públicos con acreedores privados y organismos externos no pasarían del 26,2% de su PBI (cuando en 2002 representaban el 54,1%), y además los plazos de pago se habrán prolongado considerablemente.  (5)

         La contracara será, por supuesto, el  fin del  relato  kirchnerista sobre el desendeudamiento:  vistos el volumen del gasto público, el innegable deterioro de  la balanza de pagos y la sobre-exigencia de créditos al BCRA y ANSES, resulta imprescindible asumir que el financiamiento externo no va a  amoldarse  a  lo  que  desee  la  Casa Rosada, y que ese financiamiento  es  útil  sólo si  se  lo  usa  en  forma responsable.-

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Fuentes de datos:

(1/2)      Banco Central de la República Argentina: Memoria Técnica del Año 2013.

(3/5)      Mterio.de Economía y Finanzas Púb.de la Nación, Secret.de Finanzas, Subsec.de Financiamiento, Info nº 07/14.-                                                                                                                                                                      
(4)         Lavagna, Roberto: “El default y el fin del desendeudamiento” (Informe de Ecolatina, 14/7/2014).

Créditos / Fotografías de: Ilustrativa.

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