Roberto Maurer
Por empecinamiento o costumbre se conserva el uso de la expresión “televisión del verano”, que alguna vez tuvo sentido y que hoy sería igual a decir “lavarropas del verano”. No basta que Mirtha Legrand traslade sus comidas a Mar del Plata, o que las clinas de alguna movilera de chimentos se desordenen con el viento marino.
Cambiaron artículos de fe como, por ejemplo, aquel que predicaba que la competencia entre canales volvía en marzo, o que el cerebro del público hibernaba durante el calor.
La única diferencia cualitativa entre el verano y el resto del año es la de una televisión con o sin Tinelli.
¡VOLVIERON LOS WEINBAUM!
El Trece pasó a la acción en un par de días con tres estrenos, y entre ellos nos trajo de vuelta “MDQ para todo el mundo” (domingos a las 21.45), ese ciclo con el cual cada tanto la familia Weinbaum azota la pantalla. Los hermanos Eugenio y Sebastián y su madre Herminia más que cómicos, son bizarros por elección. Practican deportes peligrosos y pasean por el mundo buceando con tiburones y comiendo hormigas en lugares exóticos. De su naturaleza inclasificable se desprende el atractivo de esta creación que hace mucho nació en la televisión marplatense. En el primer programa, se divirtieron en Haití y en sus campos de refugiados hambrientos, e hicieron referencias chistosas sobre rituales sagrados de sus habitantes. Haití ha sufrido guerras, dictaduras y terremotos, y bien puede aguantar a los Weinbaum.
Al día siguiente, se sumó una nueva tira turca titulada “Esposa joven”, a las 23.15, la vecina inmediata de “Los ricos no piden permiso”, la gran apuesta de El Trece para el 2016. El pasaje de una tira a otra se produce con absoluta continuidad, y sin el tiempo necesario para rascarse se pasa de la pampa húmeda a Anatolia, de nuestra oligarquía vacuna a los primitivos códigos de la estepa turca, con lo cual se abre la posibilidad de realizar estudios comparativos entre las ficciones argentinas y las ficciones turcas.
Ante las retorcidas intrigas de “Los ricos no piden permiso”, los turcos nos demuelen con tres cachetadas en el primer cuarto de hora. En la primera escena, en una desolada región, un fiscal inhumano y su esposa entregaron a su nieta recién nacida a un campesino porque fue el fruto de una equivocación. Corte, han pasado trece años y nos presentan a un apriete brutal de hampones que se llevan a un niña de trece años -de su edad se desprende que se trata de la criatura del principio- para casarla con el poderoso líder de un clan. Es la “esposa joven” del título, la historia de una niña cautiva que deberá dejar la escuela y seguramente se perderá lo mejor de la juventud: salir a bailar a los boliches.
En nuestra pampa es diferente, tal vez peor. Depende de la escala de valores, o sea si se considera más civilizado, como en la nueva tira, que el patrón se lleve a la cama a la criada con las técnicas de seducción conocidas, o si se prefiere un sometimiento ajustado a tradiciones culturales que debemos respetar.
VIDA DE ESTANCIA
“Los ricos no piden permiso” se desarrolla en la estancia Santa Elena, y la amenaza a futuro de un efecto claustrofóbico desaparece por la garantía de un contingente superpoblado por figuras muy conocidas y hasta en algunos casos calificadas. La estancia más bien parece un Parque Nacional y no hay signos de actividad rural productiva, se ve un caballo, ninguna vaca ni soja, con lo que se legitima la expresión “crisis del campo”.
El esquema “los de arriba y los de abajo” es viejo pero funciona, y refiere tanto a una diferencia social como a la ubicación de amos y criados en la topografía de la casa, que parece el Llao Llao. En la promoción se ha insistido con “la lucha de clases”, en un uso casi ofensivo para los bolcheviques que tomaron el Palacio de Invierno. En el primer capítulo, la intensidad más bien apareció no en la confrontación social, sino en los esfuerzos que capitalistas y asalariados dedicaron para encamarse unos con los otros.
Angélica es la principal del clan Villalba, una bruja cínica y alcohólica personificada por Norma Aleandro, que sobreabundó con todos los trucos de su largo oficio, y dejó en evidencia la pobreza de recursos de sus compañeros de trabajo. “No es inteligente jugar conmigo, se pierde siempre”, es una frase que define al personaje.
En el primer capítulo se produjo el casamiento de su hijo Agustín (Gonzalo Heredia), bien chupete, que se pasó el día y la noche de su boda arrimándose a la nueva mucama Elena (Agustina Cherri). Ese mismo día Elena ha llegado a la estancia y al mismo tiempo que Julia, una maestra contratada (Araceli González * ) y Victoria, una médica y bioquímica (Julieta Cardinali), que arrastran sus propios secretos, son jóvenes y lindas, y acaban de caer en un lugar donde todos los hombres son picaflores.
Es una promesa de acción, a la cual se suman otras. Por ejemplo, la aparición de un nuevo testamento que debilita el poder de Angélica que, de paso, esa noche de la boda prende fuego a las caballerizas.
Otro factor es la existencia de una laguna milagrosa, un espejo de agua con poderes terapéuticos que será objeto de estudio de la mencionada bioquímica: las fuentes de recursos de los terratenientes argentinos son inagotables.
La vida en la estancia se despliega en medio de emociones negativas, ambiciones y viejos rencores que se manifiestan todo el tiempo a través de frases hirientes. Se registra un áspero enfrentamiento entre Angélica y su codicioso cuñado Lisandro (Raúl Taibo, cada vez más buen mozo y sin embalsamar). Lo echa de la casa y él se niega.
—Es la guerra, entonces. Correrá sangre—, es el ultimátum de Angélica. Pero la que aparece muerta junto a la laguna al final del primer capítulo es ella, lo que desatará la lucha franca por el poder. Allí se acaba la participación especial de Norma Aleandro. Es una baja que no se notará en el enorme pelotón estelar, porque a los ya mencionados hay que agregar a Luciano Castro, Leonor Benedetto, Malena Solda, Juan Darthés, Leonor Manso, Sabrina Garciarena, Luciano Cáceres y Alberto Martin: galanes, galancitos, estrellas y estrellitas, y veteranos de ambos sexos.
(*) Desgraciadamente, ya no es la misma. No está para hacer publicitarios de lencería, como antes.