Rally Argentina: Sebastien Loeb, rumbo a otra dimensión – Mundo D

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Sebastien Loeb, por siempre. 15 años fueron suficientes para que un hombre, un solo hombre, construya un portal a través del cual logre situarse en un lugar exclusivo de la memoria colectiva de toda una sociedad. 78 carreras ganadas, nueve títulos mundiales y miles y miles de kilómetros recorridos con la asistencia de una zurda mágica, le alcanzaron para, a partir de una propia decisión, dejar de ser tangible y pasar al mundo de las ideas, con cierto destino de leyenda.

La última jornada del Rally Argentina 2013 no mostró una lucha furiosa por ver quién se quedaba con los 25 puntos que le otorgaba a su ganador esta quinta fecha del Mundial de Rally. Todo eso ya se había definido el viernes, justamente por ello a Sebastien Ogier no le quedó otra que obedecer las órdenes de Volkswagen para asegurarse la segunda colocación. El de ayer fue un día mucho más trascendental, fue la última vez que el público argentino vio a su ídolo girar sobre un auto World Rally Car.

Pocos recordarán que el 4 de mayo de 2013, Jari-Matti Latvala se jugó el todo por el todo para arrebatarle el tercer escalón del podio al ruso Evgeny Novikov en una remontada casi memorable, adjudicándose de manera contundente los cuatro tramos corridos en la última etapa. Algunos más, cordobeses sobretodo, traerán de su memoria que por estos días vieron volver a Gabriel Pozzo a “las grandes ligas”, con una respuesta extraordinaria al desafío que imponía encontrarse con un auto totalmente nuevo, apenas unas horas antes de largar.

Pero, por el contrario, todos, absolutamente todos, dirán que han visto el último acto de Loeb en Argentina. Ya sea en el fantástico show que brindó el domingo pasado, cuando se animó a meter a su DS3 en La Cañada y luego brilló ante casi 15 mil personas en el Parque de las Tejas. O el miércoles, cuando una multitud lo apoyó en el Parque Temático para ver el primer mano a mano con Ogier. Ni hablar de aquellos privilegiados que vieron cómo el viernes arribó al Parque de Asistencia como el nuevo líder de la carrera, posición que ya nunca abandonaría. O de los que escucharon cómo descorchó el champagne, para festejar un nuevo título en Córdoba. Sin buscarlo, casi al igual que en la carrera, Loeb les dejó un recuerdo a todos.

Abanderado en rampa
Ya se corrieron las dos pasadas por Mina Clavero-Giulio Cesare y El Cóndor-Copina. La carrera terminó. Pasaron por la rampa los binomios que más tarde completaron el podio. Ahora es su turno. De un lado Daniel Elena, compañero fiel y pieza clave también a lo largo de estos años; del otro, un muchacho cuya contextura física no se condice con lo importante que es para la historia del automovilismo. Pequeño, pero gigante a la vez, Loeb minutos antes había recibido una Bandera argentina que, feliz, puso en su espalda. Sabe que lo quieren y no deja pasar esos pequeños detalles que la gente toma como una gran retribución de cariño.

Pasa el Himno, pasan los trofeos, los relojes y las botellas. Amaga con subirse de nuevo al auto, pero algo le sucede. Tras un par de segundos de charla convence a un mecánico para que se lleve el auto desde la rampa al parque cerrado. Él prefiere ir a pie. Son 20 metros de vallas que contienen a un público que se desvive por recibir algún gesto. Mueve la palma de su mano de un lado al otro, como saludando. Los flashes explotan, se multiplican por centenares. Es la última imagen, esas luces todas juntas parecen abrir un portal por donde Loeb pasa a otra dimensión.

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