Contrainteligencia significa detectar la inteligencia del enemigo. Los documentos de Snowen revelados por TN demuestran que Gran Bretaña realizó un espionaje masivo e intrusivo sobre la Argentina desde, por lo menos el 2010, tanto para conocer su real capacidad militar para un hipotético nuevo desembarco en Malvinas, cómo para saber que hablaban sus líderes políticos.
El responsable de la contrainteligencia militar se llama Milani y tenía esa tarea el 2010 cuando la entonces ministra de Defensa, Nilda Garré, lo entronizó como jefe de espionaje del Ejército, contra viento y marea. No solo eso. El año pasado Cristina le dio un presupuesto de 450 millones de pesos para Inteligencia del Ejército. Y Milani tiene equipos de “guerra electrónica”, más sofisticados que los de la SIDE. Ahora, ¿los habrá usado para tratar de saber que los ingleses nos estaban espiando o para espiar a opositores, periodistas y críticos del Gobierno? Al menos por las declaraciones de su jefe directo, el ministro de Defensa, Agustín Rossi, no fue para lo primero. “Yo no estaba al tanto”, dijo el ministro sobre este espionaje.
Por otra parte, las operaciones británicas para pinchar teléfonos de líderes políticos (¿Cristina Kirchner entre ellos?) y manipular las redes sociales eran competencia de la ex SIDE. Y el área de contrainteligencia era manejada por Antonio Stiuso, el espía al que el Gobierno le dio todo el poder sobre el terreno y que echó en diciembre. Era el principal asesor del fiscal Alberto Nisman y ahora el Gobierno lo quiere ver “quemado en la hoguera”. Sería bueno saber si a Stiuso le ordenaron que use su presupuesto de contrainteligencia para detectar el espionaje británico o para operaciones domésticas.