Eran las 7.30 de la mañana en Morón. Raymundo Segundo Tevez había salido minutos antes de su casa de Villa Devoto para ir a trabajar en una camioneta Dodge Journey. Es maestro mayor de obra y todos los días, a esa hora, empieza la jornada. En Turín (Italia), eran las 12.30 del mediodía. Carlos Tevez estaba entrenando con la Juventus cuando le avisaron que esa camioneta negra, en la que iba su padre, había sido emboscada por una banda de delincuentes y que su papá había sido secuestrado.
Así empezó una pesadilla que se extendió durante 6 horas y dejó varios interrogantes. ¿Sabían que secuestraban al padre de Tevez? Se supone que al principio no.
Tevez (52) circulaba por la colectora del Acceso Oeste, de capital hacia provincia. Al cruzar Dolores Pratts, en el oeste del conurbano, tres hombres que iban en un auto Volskwagen Passat CC blanco le cortaron el paso, lo obligaron a bajarse y se llevaron su camioneta, el dinero y los documentos.
Lo dejaron ir, pero al leer el apellido en la cédula verde de la Dodge Journey, decidieron transformar un simple robo automotor en algo mucho más complejo: un secuestro extorsivo.
Tevez caminó por Acosta en busca de una remisería. Al llegar a Padre Vanini, a una cuadra, se topó con los mismos delincuentes: habían regresado para recapturarlo.
Lo obligaron a subirse a su propia camioneta y huyeron por Dolores Pratts. Comenzaron a circular por distintos lugares del conurbano bonaerense mientras se comunicaban por teléfono con la casa de otro de los hijos de Segundo, en el barrio porteño de Villa Devoto.
Fue su nuera quien atendió la llamada y escuchó que los delincuentes pretendían cobrar dos millones de pesos para liberar a la víctima, por lo que decidió llamar al 911.
A las 10.30 de la mañana la noticia estallaba en los medios. Y no tardó en trascender las fronteras.
NEGOCIACION
Los secuestradores pasaron a Tévez al Passat y dieron varias vueltas por calles de la Capital Federal, siempre obligándolo a mantener la vista clavada en el piso.
La División Antisecuestro de la Policía Federal (PFA) intervino tres teléfonos con los que se negociaba el pago del rescate. Así escucharon que estaban enojados por la difusión del caso.
Mientras se restringía la información, la Bonaerense desplegaba un operativo de búsqueda de la camioneta de Tevez, con la advertencia de que el dueño iba cautivo para evitar un enfrentamiento armado.
Por fin, Segundo fue liberado en inmediaciones del barrio Ejército de los Andes (más conocido como Fuerte Apache), después de que un familiar pagó una suma que rondaría los 400 mil pesos, cerca de General Paz y avenida San Martín.
Al Passat -que había sido robado y tenía pedido de secuestro-, lo abandonaron en Aviador Immelman y De las Margaritas de Ciudad Jardín, en el partido bonaerense de Tres de Febrero.
Habían pasado unos cuantos minutos de la 1 de la tarde.
Tevez viajó en remís hasta la casa de su hijo ubicada en Marcos Paz al 3500, en Villa Devoto, donde declaró ante el fiscal federal Federico Delgado los detalles de lo que sufrió.
Para entonces ya se habían desplegado varios operativos para dar con los delincuentes.
LA ANGUSTIA DE CARLITOS
Enterado de la novedad, Carlos Tévez dejó el entrenamiento que hacía con la Juventus FC, en la ciudad italiana de Turín y estuvo a punto de viajar a la Argentina, pero como el vuelo se demoró el gobernador Daniel Scioli alcanzó a avisarle que su padre había sido liberado, por lo que permaneció en Europa.
“Fue al voleo. Papá no pudo reconocer a nadie”, dijo Diego, hermano de Carlos Tevez, después de confirmar que el deportista no viajaba.
Por lo que trascendió, las investigaciones están centradas en Fuerte Apache, el lugar donde el ex delantero de Boca Junior se crió (toma de allí su apodo, El Apache), porque se cree que se trata de una banda de ladrones de autos de alta gama que vio la oportunidad de dar el golpe de un secuestro cuando se dio cuenta de a quién le habían robado. Eso preocupaba a los investigadores, porque ya se sabe que la falta de profesionalismo puede ser peligrosa.
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