Más que un punto: el 1-1 en La Paz mostró a una Argentina fuerte y …

 
Banega, detrás del capitán boliviano Ronald Raldes, ya conectó el cabezazo del empate argentino. Foto: AP 

LA PAZ.- Hace falta conocer de qué se trata una expedición como la que emprendió la Argentina en esta ciudad para poder valorar lo que se llevó de aquí. Escala, sube, toma aire, corre, se consolida, entiende el mensaje, se compromete con la causa y le hace un guiño cómplice este grupo argentino al paisaje del barrio de Miraflores, donde está enclavado el estadio Hernando Siles. Se siente seguro con lo que logró y los miedos que venció; por eso les envía mensajes a los demás y les dice que no sólo se compone de inspiraciones individuales. Se expresa desde lo que irradia como conjunto dentro del campo de juego. No se trata de pensar en la fría estadística que muestra un punto más para acercarse a la próxima Copa del Mundo. Lo que los muchachos de Alejandro Sabella pueden aseverar es que dieron un paso más en su misión de encontrar un equipo. Sólo de esa forma lograron ganarles a los 3672 metros, porque la Argentina puede decir que le ganó a la altura; no a Bolivia, pero sí a ese fantasma que la atormentaba desde aquel 6-1 en contra de 2009.

Persigue este equipo un objetivo común y demuestra, con partidos como el de ayer, que sabe bien qué quiere. Desde la conformación de la alineación titular se advierte que Sabella los convenció. Logró que cada intérprete tenga claro su papel en esta historia. Cada uno sabe cómo puede serle útil al equipo. Porque el técnico rearmó su tablero para tratar de vencer a la altura y a un seleccionado boliviano que, sólo bajo estas condiciones, puede comprometerlo. Encontró respuestas en cada una de esas piezas que eligió y no es un detalle menor, porque Sabella aquí pretendía algo más que sumar. Quería no lastimar la autoestima de un grupo que se está consolidando y para ello debía recurrir a nombres que no están en el menú principal .

Y más allá de que Bolivia demostró que no puede esconder debajo de la altura de esta ciudad sus pobrezas colectivas, el seleccionado albiceleste logró su objetivo. Es que la Argentina contó con un bloque concentrado y solidario. Porque el DT convenció a Peruzzi de que debía desdoblarse para clausurar su sector, aun cuando el jugador se siente más cómodo cuando se proyecta. Les dio la confianza a Campagnaro, a Domínguez y a Basanta de que podían sostener la velocidad de los bolivianos y controlar el juego aéreo que se concentra en Martins -sólo lo perdieron una vez y el centrodelantero marcó el tanto de su equipo-. Y en esa sintonía puso a Clemente Rodríguez, al que le costó cumplir, pero que se comprometió con la marca y sólo se "soltó" cuando fue necesario. Incluso, en una de esas elecciones del lateral de Boca, la Argentina alcanzó el empate: llegó hasta el fondo y sacó un centro que Banega, de cabeza, cambió por gol.

Ver a Di María, cuando fue atendido por una lesión en el hombro, y a Peruzzi, después del empate, con máscaras de oxígeno permitió dimensionar la producción. Todos entendieron qué necesitaba el equipo. Incluso Javier Mascherano, que tanto había sufrido en otras oportunidades en esta ciudad, ayer fue el dueño del medio campo, ahogó las ideas del eléctrico Chumacero y quebró la voluntad de Cardozo, que se fue diluyendo poco a poco. Con la convicción de Mascherano, el contagio de Banega fue casi una consecuencia lógica y hasta le permitió marcar su primer tanto en el seleccionado. Y lo que resultó desequilibrante fue la tremenda tarea de Di María. En él quedó expresado cómo comprendió el grupo que debía ser solidario. Su energía fue la que empujó al resto y llenó de dudas a un rival que, aun en los 3672 metros que utiliza para tratar de hacerse fuerte, está muy lejos de la jerarquía individual del conjunto albiceleste.

Son varias las imágenes que se disparan de este juego, son demasiadas las tensiones que se generan cuando falta el aire y la cabeza late con fuerza, pero el gesto de Messi, a los 14 minutos del primer tiempo, buscando una porción de oxígeno para reponerse, pudo haber influido en el ánimo de un grupo que mide su pulso en la cadencia de la Pulga. Sin embargo, allí apareció el equipo, porque en el contexto de un Messi sin reacción, fue Romero el que supo cómo contener a Bolivia, que pretendió asfixiar a la Argentina en los primeros minutos. Y fue todo el grupo el que aguantó las ínfulas del seleccionado local, que sintió que, después del mano a mano que Galarza increíblemente le tapó a Messi, era una tarde en la que podía llevarse algo. También Rodrigo Palacio se encargó de dejar hasta el último aliento para complicar a Raldes, Zenteno y Gutiérrez, cuando Messi no encontraba desequilibrio y se mostraba aturdido.

Fue una excursión positiva. La Argentina logró mucho más que ganarle a la altura, no perder con Bolivia o ahuyentar viejos fantasmas. Lo que demostró aquí es que tiene un idea clara, con hombres comprometidos, y que consolidó el espíritu del conjunto, el desafío más importante en este camino hacia Brasil 2014..

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