Pascual Princi, un italiano al que los 80 años en nuestro país no le quitaron ni un poquito del acento de su tierra calabresa, cumplió ayer 104 años. Vecino del barrio de plaza Sarmiento, conversador imparable, y dueño de una energía singular, este bisabuelo que cree que la Argentina es “el mejor lugar para vivir”, ostenta una vitalidad increíble para la edad. El acontecimiento de este particular aniversario llenó de orgullo a sus seres queridos, con quienes compartió, anoche, una reunión íntima cargada de recuerdos y emoción.
“Pascuale”, como lo llaman algunos de sus familiares ligados todavía a la ciudad de Bivongi, del Reggio Calabria, Italia, de donde vino él y a quien siguieron luego, en la aventura de “la América”, su madre y hermanos, nació el 10 de marzo de 1910. Desde muy chico se le dio por tocar el clarinete. Como se estilaba en aquella época en los pueblos - donde no había conservatorios - estudió música con maestros particulares y, finalmente, esa experiencia le permitió, con los años, ganarse la vida.
LA ARGENTINA COMO ESPERANZA
Al país lo trajo el espanto que le producía pensar en la posibilidad de una nueva guerra mundial y la esperanza, a la vez, de poder vivir en una sociedad en paz.
Ya había cumplido con el servicio militar en Roma; tenía 24 años, y Hitler y Mussolini iniciaban por entonces una ronda de encuentros que presagiaban la inminencia de otro conflicto internacional. Pascual no quiso estar en Italia cuando empezara a correr otra vez la sangre, le escribió a una chica de su pueblo que ya estaba instalada en la Argentina, Hortensia Treccosti, y la familia de la joven lo mandó a llamar.
Con una precisión rigurosa, sin que se le escape de la memoria ningún detalle de uno de los hechos que marcaron su vida, Pascual contó que llegó al Puerto de Buenos Aires un viernes, el 24 de marzo de 1934, “después de 24 días de estar arriba del barco”. La oficina de Inmigraciones (lo que se llamó el Hotel de los Inmigrantes) ese día estaba cerrada, así que viajó a La Plata y se encontró con Hortensia. Rápidamente se casaron, él arregló sus papeles, y el 21 de junio, tras una selección con ocho postulantes, él y su clarinete pasaron a integrar la Banda de Música de la Policía de la Provincia. De la agrupación se jubiló en 1971.
Su vida en esta ciudad fue “más que feliz”, confesó. Y es que con Hortensia conformó una sólida pareja que duró 70 años, hasta que ella falleció en 2004; tuvo dos hijas: Josefina y Norma; disfrutó de la relación con su nieto y luego con su bisnieto; armó un confortable hogar en 65 entre 18 y 19; y se dedicó a su otra pasión cuando la profesión de músico se lo permitía. “Acá, en mi casa, tuve durante muchos años un local de fotografía; con laboratorio y todo, cuando revelábamos en blanco y negro”, recordó.
A los 104, Pascual reveló la clave de tan vital longevidad. “Hay que estar activo - dijo -. Siempre me mantuve ocupado, y ahora, aunque ya no estoy tan inquieto, sigo en ritmo con mis cosas”.
Todos los días, por mencionar sólo parte de su rutina, almuerza en su casa mientras mira “El zorro”, su serie favorita. Luego se toma un remise y va hasta la casaquinta que tiene en 12 y 635. “Para que esté en buenas condiciones, hay que mantenerla”, explicó.