Una concepción bélica de la política inevitablemente genera salidas heroicas en las derrotas.
Y las derrotas heroicas son, por lo general, violentas. Este silogismo político sirve para analizar la realidad de la Argentina de hoy.
El kirchnerismo ha construido su poder sobre la base de la dialéctica amigo-enemigo y, más allá de sus aciertos y errores en políticas públicas, nos deja una herencia cultural marcada por fuertes enfrentamientos sociales que contienen riesgos objetivos de violencia.
Se trata de evitar esos riesgos. Por la simple razón de que en democracia no hay ni debe haber ninguna justificación de la violencia. No existe la violencia legítima, así como no existen los asesinatos legítimos ni la tortura legítima.