Las viejas libertades

JUAN MARTN POSADAS

En la Argentina se libra actualmente una batalla feroz del gobierno de Cristina Kirchner contra la prensa de oposicin. El kirchenrismo -y cito con sus propias palabras- se propone "abrir una fisura en el lenguaje de la dominacin para vencer a la corporacin meditica articuladora de la agenda hegemnica desde la perspectiva de los sectores dominantes". As noms y sin anestesia.

En el Uruguay de antes cualquier ataque a la libertad de prensa despertaba inmediata censura y repudio. Se tena muy claro la importancia para la democracia de una prensa libre y en alta estima la libertad de expresin. Esa reaccin, casi espontnea, constitua una caracterstica nacional, un rasgo distintivo de ese viejo Uruguay. El ciudadano de a pie, aunque no leyera ninguna prensa, lo tena incorporado como una de esas cosas que no se discuten y que, adems, son nuestras.

Pero eso era en el Uruguay de antes. Ahora ni el gobierno, ni el Frente Amplio, ni la Universidad dicen nada, ni sobre la situacin argentina, ni sobre Ecuador, Venezuela, Cuba y otros. Ms bien parece que, desde el oficialismo, se extendiera una cierta solidaridad con el gobierno argentino ya que con l se emparejan en la queja -cotidiana y llorona- respecto a la prensa de ac cuando los critica (o simplemente informa).

El Uruguay de antes se enorgulleca de su apego a la libertad de prensa como componente esencial de la libertad a secas y se pona abiertamente en contra de quien -gobierno, institucin o partido- se propusiera domesticarla.

Pero, mis amigos, el Uruguay de antes tuvo lugar hace mucho tiempo. De l no se guarda casi memoria. El relato sobre esa poca ha sido deformado (as como se falsea hoy el relato de nuestro pasado inmediato). Del mismo modo que la salida de la dictadura no fue como la cuentan, tampoco fue como la cuentan la entrada, es decir, el modo y circunstancias que llevaron a ella.

El Uruguay de antes, el de la libertad de prensa y de la libertad a secas, vio surgir en la dcada de los sesenta una corriente de organizaciones que proclamaban la lucha armada como nica solucin nacional. Se instal y se legitim un discurso despectivo hacia el pas: las libertades eran slo formales, el derecho era un derecho burgus, el pas era el botn de una oligarqua, los partido histricos y los gobiernos meros protectores y cmplices de esa dominacin.

La guerrilla se levant contra un pas inventado. Triste verdad que debera analizarse ms. Aquel Uruguay estaba enredado en dificultades y claudicaciones, s, pero eran otras. No obstante compaginaron la pelcula, muchos jvenes se creyeron la pelcula y comprometieron su generosidad en una lucha contra un mal que no estaba donde ellos crean.

Vino a Montevideo el Che Guevara y en la Universidad -interpretando la decisin que vea en los ojos de su audiencia- les dijo. Ojo! No hagan locuras; cuando se dispara el primer tiro no se sabe cundo ser el ltimo; ustedes tienen mucha cosa a cuidar, tienen democracia, hay libertades.

La libertad de prensa era una de las cosas que haba que cuidar. Hoy hay que seguir cuidndola. El gobierno y el partido de gobierno deben cesar en la quejumbrosa lloradera semanal frente a las crticas que reciben. Deben condenar virilmente las polticas de cualquier gobierno que desconozca esas libertades. El Uruguay de hoy debe empearse en volver a ser lugar de libertades, poblado por gente que ama la libertad y gobernado por representantes que no se quejan de ella sino que la respetan.

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