Desde que el kirchnerismo perdió las elecciones de 2013, los mercados de bonos y acciones de Argentina han tenido una clara tendencia ascendente. Más allá de las vicisitudes externas que han comenzado a afectar negativamente a nuestra economía y la perseverancia del gobierno en acentuar los desequilibrios macro y micro económicos, la tendencia observada en los mercados de bonos y acciones refleja la expectativa de los inversores financieros de que se producirá una fuerte entrada de capitales y ello permitirá a la economía volver a crecer sin que se acentúe el problema inflacionario.
La apuesta es a que Argentina podrá colocar nueva deuda a tasas inferiores a las que viene pagando hasta ahora y que los activos del sector privado se revalorizarán en forma casi automática. Ambas cosas tienen una cierta probabilidad de ocurrencia, pero, en mi opinión, el mercado sobreestima el efecto beneficioso, per se, de la entrada de capitales.
Para que la entrada de capitales contribuya eficazmente a la recuperación del crecimiento económico es imprescindible que el nuevo gobierno elimine las muchas distorsiones de precios relativos que hoy desalientan y desorientan a la inversión real.
Cuando los precios relativos no reflejan el equilibrio entre la oferta y la demanda en los mercados competitivos o no cubren costos de producción más la rentabilidad del capital en los servicios regulados, así como cuando impuestos y subsidios indirectos crean una brecha entre el precio que recibe el productor y el precio que paga el consumidor, la inversión real, en lugar de orientarse hacia los sectores donde la demanda excede a la oferta, se desorienta y se torna improductiva o de muy baja productividad.
En otros términos, para que vuelva el crecimiento, no sólo se necesita inversión sino que la inversión se lleve a cabo en aquellos sectores donde existe insuficiente capacidad productiva y se constituyen en cuellos de botella para la economía.
Los mecanismos que distorsionan la estructura de precios relativos y desorientan a la inversión son varios: los congelamientos de tarifas y los subsidios mal diseñados y plagados de corrupción, los controles de precios, las restricciones cuantitativas a importaciones y exportaciones, los impuestos que gravan a las exportaciones y encarecen los costos de producción de los sectores que tienen que competir con el exterior y, por supuesto, el cepo cambiario que lleva a que exista una brecha entre el precio del dólar en el mercado oficial y el precio del dólar en el mercado libre o paralelo.
Aunque se produzca entrada de capitales, si se mantienen todas estas distorsiones, la inversión real no aumentará o, si aumenta, irá hacia empresas y proyectos incapaces de remover los cuellos de botella de la economía. Por el contrario, en la medida que aumente la inversión en sectores favorecidos por las distorsiones de precios, aumentará la demanda de bienes y servicios en aquellos sectores donde la capacidad productiva es insuficiente y se acentuarán los desequilibrios de precios relativos y la inflación.
Por eso, para que la entrada de capitales permita la recuperación del crecimiento sostenido, se necesita:
1) dejar de lado el congelamiento de las tarifas de servicios para que, sin subsidios o con subsidio mínimos y bien diseñados, esas tarifas cubran los costos de prestación y brinden una rentabilidad adecuada al capital invertido
2) eliminar los controles de precios
3) eliminar todas las restricciones cuantitativas a exportaciones e importaciones;
4) eliminar las retenciones a las exportaciones y los impuestos a los ingresos brutos en las etapas intermedias de producción
5) volver a aplicar el impuesto a las transacciones financieras como pago a cuenta de IVA y Ganancias
6) eliminar el cepo cambiario y dejar que funcione un mercado único y libre de cambios, sin uso de reservas por parte del Banco Central.
Si estas medidas no se adoptan de una sola vez y en forma simultánea, será muy importante estudiar detenidamente cuál es la secuencia y el ritmo adecuado para los ajustes graduales, porque cuando hay tantas distorsiones, la eliminación parcial y gradual puede acentuar las distorsiones.
Hay quienes piensan que la entrada de capitales va a permitir que se financie el déficit fiscal actual sin mucha emisión monetaria, con lo que será posible aplicar una política monetarista de estabilización sin cambios grandes en los precios relativos ni en el nivel y estructura del gasto público y la presión impositiva.
Esta estrategia, que es la que parece sugerir el actual equipo económico si ganara el candidato del Frente para la Victoria, lejos de resolver los problemas, los va a acentuar en el tiempo e incrementará los costos económicos, sociales y políticos del ajuste que ineludiblemente será necesario encarar más adelante.
Por eso, no aprovechar la fuerte entrada de capitales que se puede producir por la confianza inicial en el nuevo gobierno para financiar la inversión real orientada a remover los muchos cuellos de botella que hoy sufre la economía, será perder otra oportunidad para inaugurar un período de estabilidad y crecimiento sostenido, como tantas veces ha ocurrido en el pasado.