Daniel Scioli volvió a mostrarse alineado totalmente con el proyecto nacional que encabeza el gobierno de Cristina Fernández.
El objetivo principal de Cristina Kirchner y su gobierno es la permanencia indefinida en el poder. Sobre esto son contados quienes pueden estar en desacuerdo. Por tanto, ella y sus adláteres están, como se dice en el lenguaje popular, en un problema. Un problema con fecha de vencimiento. Exactamente, 28 días. Es decir, las cuatro semanas que restan para las PASO.
Dentro de cuatro semanas será posible saber si el operativo “poder eterno” es o no viable. Al menos, por la vía legal. La que requiere de un cambio constitucional que permita la reelección indefinida. Y para la que es necesario contar con los dos tercios de los integrantes de cada una de las cámaras legislativas, que sancionen la necesidad de la reforma constitucional.
Luego, si dicha posibilidad se concreta, será necesario convocar a elecciones de convencionales constituyentes. Allí, el Gobierno deberá reunir más de la mitad de dichos constituyentes para asegurar la modificación del artículo que impide un nuevo mandato de la Presidenta de la República.
De momento, todo indica lo contrario. Lograr dos tercios de legisladores adictos en el Senado y en la Cámara de Diputados suena a utopía. Es probable que ocurra lo contrario, según cuanto adelantan las encuestas.
Pese a que debe reemplazar un número relativamente exiguo de legisladores, dado que finalizan mandato quienes fueron elegidos en 2009 cuando el gobierno perdió las elecciones, el resultado final del 2013 puede deparar un número aún menor de bancas oficialistas.
Y ello, no solo por el eventual voto popular adverso, sino por las deserciones dentro del propio kirchnerismo. Ya son algunos menos y aún no llegaron las PASO. Se fueron del bloque K los siete diputados que responden -ahora- a Sergio Massa, hicieron bloque aparte quienes responden al gobernador Maurice Closs de Misiones y se fue Jorge Yoma.
Así las cosas, la probabilidad de una reelección de Cristina Kirchner se evapora. Y, como se dijo, se evapora a cortísimo plazo. De ser adverso para las aspiraciones presidenciales lo será aún más, por aquello del voto exitista, en octubre cuando se lleven a cabo las elecciones generales.
Nada hace presagiar lo contrario. Tal vez por ello, en el que puede ser el error fatal para su carrera política, Daniel Scioli cierra filas con sus ex maltratadores K. Quizás porque cree que, de esa manera, recibirá la herencia, fundado en la buena imagen que aún -pese al deterioro- conserva.
Arriesga y arriesga mucho. Si no ganan la elección, los rayos y centellas de los K caerán sobre él. Intentarán convertirlo en el factor clave de la derrota. Contarán para ello con el eventual triunfo de Massa en Buenos Aires.
Por lo pronto, el gobernador de Entre Ríos, Sergio Uribarri, salió a cortarle el paso, cuando afirmó que sería un honor ser designado candidato a presidente por el dedo cristinesco. Para heredero, está él, que siempre fue leal.
Estrategias
Pero así como así ¿Cristina Kirchner abandonará su sueño de poder eterno? ¿Se resignará frente a la obligación de abandonar el poder? ¿Tolerará un futuro de incertidumbre frente a eventuales citaciones tribunalicias? ¿Aceptará un gobierno que, necesariamente, debe tomar distancias de los fracasos del suyo?
Es difícil de creer. Claro que si ello es así deberá romper las reglas constitucionales. Y eso, tampoco es sencillo. Aunque no imposible dada la muy escasa predisposición del kirchnerismo a atenerse a las leyes.
Tal vez por allí deba buscarse el quid del continuado ataque sobre la justicia, en general, y sobre la Corte Suprema, en particular.
Muchos son los motivos que encuentran los K para justificar su ofensiva. El primero de ellos, jamás confesado, es puramente defensivo. Con esta composición de la Corte, el destino de muchos K es deambular por los juzgados que investigarán y acelerarán los muchos procesos por corrupción.
Se vio esta semana, tras muchos años de dilación, el ex secretario de Transporte, Ricardo Jaime fue objeto de una orden de captura en una de las casi veinte causas que tiene abiertas.
Lo de Jaime es un botón de muestra de lo que se viene. Los jueces van a actuar. No solo aquellos que, sin ser kirchneristas, arrastraban los pies. También quienes demostraron alguna simpatía y ahora, mediante la fe de los conversos, intentarán quebrar la memoria. Algunos ultras, como Norberto Oyarbide, tienen los días contados con un triunfo opositor y su protección del oficialismo quedará en el recuerdo.
Pero no solo de defensa se trata. Cualquier intento de pergeñar una reforma constitucional por alguna vía de hecho -plebiscito o cualquier otro mecanismo de democracia directa- requiere de un visto bueno judicial que, de momento y con la actual composición de la Corte Suprema, es imposible.
Cierto, los tiempos juegan en contra. El cristinismo actual cuenta con menos poder ahora que a principios de año. Probablemente merme aún luego de las PASO de agosto. Más aún, tras las generales de octubre. Y aún más, tras la asunción de los nuevos legisladores en diciembre.
No obstante, si de romper reglas se trata, la legalidad o ilegalidad de cualquier proceso muestra escasa relevancia.
Aunque más difícil, siempre es posible el “manotazo” sobre la Corte. A través de la persecución de sus integrantes, a través de la amenaza y, tal vez, de algo más. Siempre es posible lograr las renuncias salvadoras. A condición de no bajar la presión.
Después de todo, solo cuatro hombres y dos mujeres separan a Cristina Kirchner del sueño de poder omnímodo. Son los seis -de los siete- jueces de la Corte Suprema que impiden que la Presidenta se lleve puesta la Constitución.
En el Gobierno analizan, casi a diario, la eventualidad de un conflicto de poderes. Repasan a diario los casos de Porfirio Lobo en Honduras y de Fernando Lugo en Paraguay. Sobre todo el de Lobo que fue destituido por el Congreso de aquel país cuando intentó forzar un plebiscito ilegal sobre su reelección.
Tal vez, por ello, de manera anticipatoria, Cristina Kirchner se subió a un avión con Lobo para recuperar aquella presidencia que pasó a la historia sin pena ni gloria.
Cristina Kirchner sabe muy bien que con una Corte Suprema compuesta por varias Gil Carbó, las dificultades para su continuidad quedarían allanadas. Porque el país está preparado para acabar con el poder K en las próximas elecciones legislativas, pero ¿Exhibirá la misma conducta si finalmente Cristina logra imponer un plebiscito constitucional?
Tácticas
Pero un conflicto de poderes, por naturaleza, no se canaliza a través de la ley y el derecho, sino a través de la fuerza.
No son pocas las veces que se escuchan voces que alertan sobre la “peligrosidad” de La Cámpora y otras organizaciones que conforman Unidos y Organizados.
Corren toda clase de versiones sobre acopio de armas y sobre capacidad de movilización. Ninguna de ellas parece tener asidero. Gran parte de la militancia K está sustentada en el poder y el dinero. Y eso, no solo poco tiene de ideal y de mística, sino que constituye un impedimento absoluto para arriesgar el físico, salvo que...
Si su soberbia se lo permite, Cristina Kirchner debe estar por demás arrepentida de su pelea con Hugo Moyano. La fuerza de choque para ganar la calle ante un conflicto de poderes estaba allí. Algo que siempre le repetía, en vida, Néstor Kirchner. No es La Cámpora, ni las madres de Plaza de Mayo de Hebe Bonafini, ni las huestes de Luis D'Elía, ni la Kolina, ni la Güemes, ni el Movimiento Evita quienes pueden imponerse si la mayor parte del sindicalismo está en contra y también dispuesto a ganar la calle, salvo que...
Es ese salvo que... cuanto impulsó a cambiar radicalmente la táctica presidencial. Que ahora apunta a... los militares.
La decisión de elevar a la Jefatura de Estado Mayor del Ejército al general César Milani no puede ser leída de otra manera. Menos aún cuando el propio Milani postuló, en su discurso de asunción, “que las Fuerzas Armadas acompañen con renovadas ansias el proyecto nacional”.
No solo cuanto dijo Milani es revelador. Su propia historia, particularmente truculenta, es indicadora del viraje de 180 grados.
Milani, un ingeniero militar, trabajó ininterrumpidamente desde 1976 -reténgase el año, el del golpe de Videla, Massera y Agosti- en la inteligencia militar. Por aquel entonces, participó en el Operativo Independencia en la provincia de Tucumán contra la guerrilla del Ejército Revolucionario del Pueblo.
En dicho operativo, que fue comandado por violadores de los derechos humanos como Domingo Bussi y Acdel Vilas, a Milani le desapareció un conscripto riojano que estaba bajo sus órdenes y cuya madre es actualmente Madre de Plaza de Mayo. Nunca Milani fue investigado por aquel hecho.
Nadie ignora las tareas que cumplía la inteligencia militar durante los años de la dictadura, pero por si eso fuese poco, Milani tuvo participación en los levantamientos carapintadas contra el gobierno de Raúl Alfonsín, inclusive fue sancionado con ocho días de arresto por adhesión pasiva en la última de dichas intentonas, liderada por Mohamed Alí Seineldín.
Con el kirchnerismo, y pese a sus antecedentes, Milani supo colocarse bajo el brazo de Nilda Garré, luego de Arturo Puricelli y por último de Agustín Rossi. Garré lo nombró director de Inteligencia, cargo que no resignó cuando fue subjefe de Estado Mayor y que no resigna ahora cuando llegó a la Jefatura. Algo que ocurre por primera vez en la historia de las Fuerzas Armadas.
De más está decir que con semejantes antecedentes y un mínimo de coherencia con el relato K, el destino militar de Milani hace rato debió haber quedado trunco. No fue así, todo lo contrario. Ahora manda.
Tal vez alguien pueda pensar que Milani posee algún tipo de liderazgo sobre sus camaradas de armas. Todo lo contrario. No ya Milani, sino el kirchnerismo es visto desde las filas militares como la peor etapa del país.
No es, como algunos pretenden hacer creer, que se debe a la pseudo política de derechos humanos K. Son contadísimos los oficiales que sienten algún tipo de nostalgia.
Se debe al grado de postergación a que fueron sometidas las Fuerzas Armadas desde el punto de vista profesional.
Hoy, los pilotos no vuelan, los marinos no navegan, los miembros del Ejército no se ejercitan. Falta material, el que queda está completamente obsoleto y nada fue reemplazado. Los barcos se hunden en puerto o hay que someterlos a costosas reparaciones en el extranjero. La aviación naval cuenta con solo un avión en condiciones de volar. El desequilibrio frente a otras fuerzas armadas de la región es más que notorio. Hoy, el país está indefenso.
Pero además los salarios militares están retrasados frente al resto de la administración pública. Los retirados cobran menos del cincuenta por ciento de los activos. Y el Gobierno, para evitar malestares mayores, casi no pasa a nadie a retiro. De manera que se acumulan mandos sin mando y sin tareas específicas.
Solo un sector militar quedó exento de semejante “sequía”. Fue y es el de la Inteligencia de Ejército que recibió 300 millones de pesos adicionales, dinero sobre el que no se rinde cuentas, precisamente por su empleo en inteligencia. Justo el sector que dirige y retiene Milani.
El giro presidencial que no es criticado ni por Madres de Plaza de Mayo, ni por Abuelas, ni por H.I.J.O.S, ni por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) que dirige el super influyente Horacio Verbitsky, no se debe a una imitación tardía de la política militar del chavismo. Si así fuese, tarde piaste luego de diez años de kirchnerismo de los cuales seis son de cristinismo.
Tampoco debe comprenderse como un reemplazo en el espionaje tras las dificultades que el Gobierno afronta en la cada vez menos sumisa Secretaría de Inteligencia (ex SIDE).
Su razón de ser se debe buscar en la posibilidad del conflicto de poderes.
Cuando Lobo se enfrentó con el Congreso y la Corte Suprema de Honduras fueron los militares de aquel país quienes resolvieron la cuestión. No echaron a Lobo como el relato cubano-bolivariano-kirchnerista pretendió hacernos creer. La destitución provino de manera legal por parte de los poderes legislativo y judicial. Los militares se limitaron a cumplir órdenes legítimas y sacaron -de manera bastante brutal por cierto- a Lobo del país.
¿Qué hubiese ocurrido si los militares hondureños actuaban al revés? ¿Si apoyaban a Lobo, en lugar de a la Constitución de Honduras? Claro, Lobo contaba con partidarios. Pretendía llevar a cabo un plebiscito que legitimase su pretensión de pasar por alto la cláusula que le impedía la reelección. Hablaba de “democracia plebiscitaria”, de “voluntad popular” por encima de la ley y la división de poderes. Igual que acá.
Allí, parecen estar las claves del viraje presidencial en la Argentina. En un conflicto de poderes que ponga a la fuerza del lado presidencial. Con los militares a favor, la calle se puede ganar, a la Corte Suprema cambiar, al Congreso, si dejó de ser favorable, ignorar y al plebiscito convocar.
Por supuesto que del dicho al hecho queda mucho trecho. Que siempre es posible que la sociedad se movilice en contra, si se pretende pasar por alto el próximo veredicto de las urnas y que las Fuerzas Armadas no acaten una conducción como la de Milani.
Pero, la construcción apunta para ese lado.
Salga bien o salga mal, se lleve a cabo o no, una cosa es cierta, el kirchnerismo nuevamente politizó a las Fuerzas Armadas. Y eso, solo eso, siempre es muy malo.
La economía
No se trata de echar una ojeada a los números macroeconómicas que, desde ya, sufren un deterioro irrefrenable. Ya sea en materia de gasto público, de déficit fiscal, de inflación, de tipo de cambio, de balanza comercial o de reservas.
Se trata de ir a la economía cotidiana. No solo los precios no paran de subir, ya tocan el 2 por ciento mensual, sino que comienzan a faltar alimentos básicos como el tomate o el trigo.
Precisamente, este cereal deja en evidencia el rotundo fracaso de la política agropecuaria del gobierno y sus fracasados remedios de congelamiento y control de precios en materia de consumo de un alimento de primera necesidad.
Aquí no se trata de estupideces, como el acaparamiento, que valgan. Se trata, simplemente, que el país se quedó sin trigo. No hay más. O sea, lo que queda no alcanza para cubrir las necesidades internas hasta la próxima cosecha de principios del verano.
Y Moreno y el Gobierno son responsables. Con las retenciones y las dificultades para exportar hicieron que el área sembrada fuese la menos importante en los últimos años.
Luego, y por el faltante de divisas que ellos mismos generaron con la pérdida del autoabastecimiento gasífero y petrolero, autorizaron la exportación de cuatro millones de toneladas.
El consumo interno es de siete millones de toneladas. Siete más cuatro igual a once. Es una cuenta de primer grado. Solo que si se producen menos de diez y se exportan cuatro quedan algo menos de seis para el consumo local. Ergo, no alcanza. Así de sencillo.
Ahora, habrá que importar. Sí, importar trigo en la Argentina. Comprar afuera. O, para no quedar en evidencia, traerlo de contrabando por parte del propio gobierno, como acaba de denunciar el diputado nacional Carlos Brown. Con Moreno, Cristina Kirchner y los K, todo es posible.