Roberto Maurer
Bandera intacta de la farándula, Susana Giménez flameó orgullosa al elevarse por encima del torbellino que en estos días azotó a otras gemas del ambiente. Moria Casán se despeñó en su drama penal paraguayo de cocaína y joyas robadas. Soledad Silveyra casi hunde al “Bailando” al cometer un error senil dando a conocer un resultado equivocado. Pampita se convierte en un huracán homicida al abrir una puerta y ver “lo peor que puede ver una mujer”*, en este caso a su marido Benjamín Vicuña revolcándose con la China Suárez, o sea un par de conocidos expertos en la demolición de hogares con menos escrúpulos que una epidemia de tifus.
Como contraste, en lo alto de la colina, Susana ofreció su imagen menos estilizada que un Massey Ferguson MF 2600 por única vez en la televisión del 2015 en un programa especial de Telefé del cual salió muy contenta Valentina, una enfermera de Bariloche que ganó un millón de pesos sin hacer nada, a menos que levantar el tubo sea un trabajo.
Con Mau
La diva nunca había aparecido en un estudio gigantesco como un estadio y con sus tribunas ocupadas por una multitud vibrante. Entre varios empleados, tal vez algunos reclutados en una empresa de mudanzas, la ayudaron a bajar seis escalones y luego la acomodaron frente al escritorito donde, como siempre, está ubicado el portarretrato de Rita Hayworth. “Estoy nerviosa”, reconoció: su invitado era el presidente de la Nación.
Sin respiro, se pasaba del blindaje mediático del gobierno anterior al living de Susana. La presencia de los funcionarios y dirigentes políticos en espacios creados para la trivialidad se hizo natural en los ‘90 y desde entonces es aceptado como una normalidad sin vuelta atrás. Se podría preguntar si estos invitados concurrirían con el mismo apuro si fueran convocados al programa de un intelectual sin rating.
La visita del “presidente Mau”, como lo llamaba Susana cuando no le decía “mi amoooor”, fue una superproducción. Primero solo, luego con su familia y después sumando a sus principales funcionarios y colaboradores, Susana logró tener en escena al gobierno nacional, que el público ovacionaba al ritmo de “se siente, se siente”.
La producción incluyó informes elaborados sobre la vida de Macri, y videos del saludo de amigos y notables. Durante la plática hubo anécdotas, momentos sentimentales, recuerdos de la abuela, Boca, el secuestro, evocaciones de encuentros en Miami, bromas del equipo, historias de la última campaña, poca política y algún mensaje de esperanza: zen y simpatía.
Es difícil evitar un pensamiento de sospecha. Durante el kirchnerismo, Telefé pactó en reducir los contenidos políticos o la intensidad de su tratamiento, en tanto cultivaba formas tibias de servilismo oficialista. Nada ha cambiado, sólo los gobiernos. Se trata de una empresa con flancos vulnerables a la Ley de Medios, y se puede pensar que necesita conservar buenas relaciones con el poder político. Susana fue el personaje ideal, dado su compromiso militante y un viejo feeling con el presidente, que le ha costado que los antes oficialistas y ahora opositores la hayan llamado “gorda bananera”.
Una de las consecuencias de aceptar a la farándula es que, mientras el presidente de la Nación, ministros y gobernadores todavía estaban en escena, en la pantalla empezaba a aparecer el cartel “Ya viene Cacho Castaña”, pero así te tratan.
En efecto, vino. Pudo no haber llegado. La cámara lo tomó ya sentado, con una muleta, hinchado, con un color poco saludable y la nariz enchufada a unos canutos de oxígeno. Con todo, se lo ve bien.
—¿Estuviste como muerto varias veces, no? —preguntó Susana y Cacho asintió, aunque aseguró que no vio lucecitas.
Mostraron el video que el Papa de Roma envió a Cacho con un saludo navideño. Cacho Castaña ha explotado un perfil de porteño canchero y machista que lo llevó más lejos de lo merecido. Cuando relata en cámara sus incontables aventuras con mujeres, no responde al ideal de un caballero ni es un ejemplo vivo de buen cristiano. Parece un gesto que Bergoglio, con menos demagogia, pudo haber dirigido a personas más virtuosas.
“Yo fui traviesa”
Al final, ambos hablaron de Pampita y Susana se refirió a los escándalos sexuales y la infidelidad, enfocando los cambios de época desde su mirada de señora de edad avanzada, y se citó a sí misma, es decir, a sus declaraciones publicadas el día anterior en un reportaje de Clarín. Es un aporte para quienes estudian las transformaciones culturales.
“Antes uno hacía las mismas cosas, pero no salían publicadas”, dice, y sigue el diálogo:
—¿Qué mismas cosas?
—Salías con alguien que por ahí no era el tuyo, metías un cuerno...
—¿Vos metiste un cuerno?
—Y, sí, claro, en algún momento. Yo fui traviesa...
—¿Y han sido infieles con vos?
—Pero por supuesto, casi todos los hombres. A mí me gustan los tipos lindos, que tienen éxito y, basta que estén con una mujer famosa, para que otras se le tiren encima. La infidelidad en este ambiente existió siempre, pero no con tanto escándalo como en estos últimos años. A mí me da mucha pena por Pampita.
—¿Es necesario llegar a ese nivel de exposición?
—Lo que pasa es que ahora hay 50 mil programas de chimentos y muchas facilidades tecnológicas. Te sacan una foto y viaja de celular en celular en medio segundo.
El show terminó con un recital de la solicitada banda Tan Biónica.
*La expresión despertó el interés y la curiosidad popular, como la de una lectora del diario La Nación, que escribió: “¿Qué es LO PEOR? Por qué no hablás claro, ¿tenía el muñeco en la boca, la Chinita?”.