Por Guillermo Adolfo Abregú
La Argentina y Brasil acaban de firmar en Río de Janeiro un nuevo tratado en el campo de la energía atómica, para la construcción de dos reactores nucleares de investigación profundizando la relación bilateral en éste como en otros terrenos relativos al intercambio tecnológico y comercial.
Este convenio sucede por el encuentro que mantuvieron hace dos semanas, en la Casa Rosada, las mandatarias de Brasil y la Argentina, donde coincidieron en superar las barreras bilaterales referentes al intercambio comercial. En este sentido, la presidenta visitante, Dilma Rousseff sostuvo que “hay que trabajar para superar las dificultades y trabas”. En tanto, Cristina Fernández de Kirchner señaló que “los problemas y crisis que vemos en países desarrollados y en Europa ponen a prueba el fortalecimiento de nuestras economías”.
El cambio operado en las últimas dos décadas -y profundizado en el último lustro-, entre la Argentina y Brasil está orientado a concebir el intercambio comercial en términos que superen restricciones de medios de pagos internacionales de los cuales crónicamente carecen las dos economías y dan como resultado un marco de trabajo, donde el interés empresario privado puede operar bajo condiciones que estimulan la complementación de las respectivas ventajas relativas. Brasil tiene por el momento grandes ventajas sobre la Argentina en lo que hace al desarrollo industrial -y no es el caso detenernos a señalar el importante avance que perdió la Argentina en materia de desarrollo nuclear, entre los años 80 y 90-. Brasil cuenta además, con una experiencia de comercio exportador arrollador. Por eso, si la Argentina no crece como su gran potencial puede permitírselo, entonces sí recién correrá el tremendo riesgo de ser asfixiada por el Brasil.
Por todo esto que apuntamos cabe decir que la Argentina debe “recibir y dar” en el flujo de las inversiones bilaterales. Y por cierto, en el marco del Mercosur realizar planificaciones concertadas con vistas al desarrollo no sólo de ambos países, sino de toda la región.
Desde luego que la visión del expansionismo comercial, no debe limitarse -tanto para la Argentina como para Brasil- al bilateralismo. Tampoco hay que pensar que basta con la integración latinoamericana para solucionar todos los problemas del sector externo.
La última meta de un país -en este caso Brasil y Argentina- es alcanzar los mercados mundiales poniendo la mirada en los países que son los mayores importadores -fundamentalmente los desarrollados-.
El ex ministro de Economía de Brasil, Moyano Walker dijo que “no debe caerse en el error de liberar tarifas dentro del Mercosur y poner barreras elevadas frente a terceros países”. Al respecto se debe ser consciente de que para avanzar en la gran tarea de la integración regional es preciso proseguir decididamente por el camino ya iniciado de la apertura internacional de nuestras economías, en búsqueda de mercados dinámicos.
El Mercosur depende de la apertura regional que se siga manteniendo y logrando y a partir de la sólida integración de los mercados domésticos, proyectar a la región en la fase de exposición a una mayor competitividad internacional. En este contexto, Brasil y la Argentina juegan un papel fundamental para el desarrollo del Cono Sur.