análisis
¡¿Quo vadis Colón?!
Carlos Héctor Parodi (x)
Es probable que, abierto un nuevo horizonte futbolero como consecuencia del Mundial de Brasil, los ecos de tamaña actividad —y publicidad— influya en problemas mucho más locales, pero no por ello menos importantes, como el que afecta al club Atlético Colón.
No soy, precisamente, alguien que, por palabra o por consejos, pueda dar orientaciones a seguir. Me apresuro a aclarar que estos párrafos sólo valen como elucubraciones de alguien que, no obstante su vocación periodística, su pase libre a cualquier espectáculo, ni durante su actividad, ni antes ni después, concurrió a ver un partido de fútbol y destinó esos menesteres a un asistente.
Fueron los seis años cumplidos en El Litoral, más ocho años en Clarín, que sigo en igual conducta, y leo algunas crónicas deportivas con el mismo escepticismo que, asimismo, me permite definirme como integrante de una agrupación inexistente, cuyas siglas serían AFF (“Agrupación Fanáticos Frustrados”), que es la expresión de una desilusión casi final, como darían los entendidos, a la de un enamorado engañado.
Pero he aquí que otras circunstancias nos llevan a repensar los decisorios de la impronta amorosa y se nos ocurre replantearnos el caso de un mortal engañado... Con ansias de perdonar “el cuerno”.
En el caso presente parecía que no cabía justificación y que debía imponerse una dura sanción, pero de repente, el ansia de perdonar tuvo un nombre: FELIPE.
En mi caso particular, en el barrio en que vivimos en 4 de Enero al sur, calle de por medio vive un FELIPE que calza los cuatro añitos y que es tremendamente colonista, a tal punto que un equipo que le fuera obsequiado hace bastante tiempo, se negaba a sacárselo aún para dormir.
Y tanto más patético aún cuando lo veíamos con una bandera de Colón arrollada a un palo, con la que salía a festejar, sentadito en el umbral de su domicilio, los partidos que ganaba Colón. El grito de guerra era: ¡¡Viva Colón!!
De modo tal que, si bien una, dos, tres o no sé cuántas generaciones, podrán tratar de olvidarse del “desastre colonista”, no hay dudas que los “Felipe” retomarán la ilusión —digamos— y será muy difícil, no podemos decir si uno, dos o cien años adelante, alguna dirigencia, alguna circunstancia, como lo señalan las historietas interplanetarias, replantearán el tema Colón, y si no es muy tarde ya, algunoas dirigentes, aún con los trajes de astronautas, logren triunfar definitivamente, en la forma que seguramente dirigirá Felipe.
Nosotros, los antiguos, los del rubro cero a cien, a lo mejor nos quedamos con ganas de verlo, pero también es probable que, ocupando el rol que nos otorguen, como observadores o como partícipes y, probablemente, con la dirección de Felipe, podamos al fin alcanzar el campeonato.
No se ría mi querido lector, no se olvide que Felipe y yo somos colonistas de corazón, no de dirigencia. ¿Le parece muy ridículo esto?
(x) Periodista-abogado-sabalero de corazón