La petrolera 'celebra' mañana el primer aniversario del abrupto adiós de su filial argentina. Hace ahora un año el Gobierno de Kirchner anunciaba la expropiación de YPF. Repsol ha perdido más de la mitad de su producción de crudo y más de un 40% de sus reservas tras la expropiación, pero ha conseguido salvar los muebles con su cuenta de resultados y al tiempo fortalecer el balance.
Repsol no quiso quedarse al margen de la ola de fusiones y adquisiciones en que se había embarcado la industria petrolera mundial a finales de los noventa. El grupo, entonces comandado por Alfonso Cortina, hizo una gran apuesta por dejar de ser una compañía local que en el sector global apenas se consideraba una pyme. Repsol tomaba los mandos de la petrolera argentina YPF en 1999 con una opa por algo más de 2 billones de las pesetas de antaño (unos 12.000 millones de euros) y entraba directamente en el 'top ten' de los grandes productores mundiales de crudo.
La de Repsol e YPF fue una relación en muchos momentos complicada. Un matrimonio transatlántico en que se fueron enquistando los desencuentros y en el que la contraparte española, bajo el mando de Antonio Brufau desde 2004, tuvo que aceptar el derecho de veto del Gobierno de Buenos Aires, plegarse a los reclamos de progresiva argentinización del capital (contra la entrada del grupo Petersen, de la familia Eskenazi), asumir la congelación de tarifas y vadear los continuos ataques de las autoridades locales por el declive de la producción y una presunta política de inversión demasiado 'conservadora'.
Kirchner dio el paso
Hace ahora un año, el matrimonio se rompió. Tras varias semanas en que la tensión fue subiendo hasta límites insostenibles, el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner anunciaba el 16 de abril de 2012 la expropiación de YPF, arrebatando a Repsol un 51% del capital de la petrolera local (la práctica totalidad de su participación, que entonces era del 57% de las acciones). Lo que desde Argentina se veía como una justa nacionalización en defensa del interés general, en España se calificaba de vil expolio y brutal ataque a la seguridad jurídica.
Para Repsol los resultados eran devastadores. La expropiación se llevaba por delante un 60% de la producción del grupo (tras el adiós de los 495.000 barriles diarios de YPF, Repsol se quedaba con 298.000) y un 40% de las reservas (perdía unos 1.000 millones de barriles y se quedó con apenas 1.300 millones). Y también se esfumaba la fuente de una quinta parte de los activos del grupo y un tercio del resultado de explotación, según los datos a cierre de 2011. Repsol perdía, además, el megayacimiento de Vaca Muerta, la verdadera joya del grupo por su enorme potencial (es uno de los mayores hallazgos mundiales de petróleo no convencional) y, posiblemente, la razón última que llevó a Kirchner a nacionalizar YPF, con el objetivo de tomar su control.
Repsol nunca consiguió, ni siquiera con YPF, jugar en la Primera División de la industria petrolera global. En el sector se considera que la frontera entre una gran compañía y una mediana está en el entorno del millón de barriles de producción diaria. Tras la expropiación, Repsol se aleja aún más de los grandes del sector y los 300.000 barriles diarios que hoy produce la petrolera española la dejan a lo sumo en una posición discreta de la Segunda División global. El objetivo que se ha fijado el grupo en su nuevo plan estratégico es llegar a 2016 habiendo elevado su producción hasta los 500.000 barriles diarios. Una importante mejora, pero quedará aún lejos la Champions League.
Huyendo del bono basura: la carrera para reducir deuda
La respuesta de Repsol, amén de la batalla legal para conseguir una indemnización, ha sido una nueva revisión de un plan estratégico. La cúpula de la petrolera rehízo la hoja de ruta de la compañía hasta 2016 con el objetivo crucial de fortalecer el balance para salvar el ráting de una eventual caída hasta la calificación de bono basura, lo que pondría en jaque las posibilidades de financiación de la compañía. Rebaja del dividendo, recorte de la inversión en las áreas menos rentables, venta de activos no estratégicos... Una carrera para reducir deuda.
Repsol se había marcado como objetivo llegar a 2016 habiendo realizado desinversiones por importe de entre 4.000 y 4.500 millones de euros. Una meta que pronto se ha revelado como demasiado modesta y la compañía ha superado ya la cota de los 6.000 millones en ventas de activos. La petrolera española se ha desprendido de sus activos de gas natural licuado, de su negocio de gas butano en Chile y también del 10% de autocartera que controlaba tras comprársela a finales de 2011 a Sacyr.
Las desinversiones ya cerradas por Repsol le permiten avanzar en su gran objetivo de sanear balance y reducir deuda... para salvar (o ya incluso pensando en mejorar) su ráting. Tras estas operaciones, la petrolera ha conseguido reducir a la mitad su deuda neta (sin contar la vinculada a su participación en Gas Natural Fenosa) y dejarla en los 2.200 millones de euros. Y en paralelo, la venta de su autocartera también le ha permitido convertir al fondo soberano de Singapur en su cuarto mayor accionista, lo que da muestra de nuevo del apetitito que entre los inversores públicos despierta el sector energético español.
Salva las cuentas de 2012 y se 'recupera' en bolsa
La expropiación de YPF ha sido un auténtico varapalo para las cifras operativas de Repsol, pero la compañía consiguió superar más que decentemente el primer asalto que era la presentación de las cuentas de 2012 tras la pérdida de su filial argentina. El grupo salvó los muebles y terminó el año con un beneficio neto de 2.060 millones de euros, sólo un 6,1% por debajo de los resultados del ejercicio anterior (aunque con YPF los resultados habrían crecido al cierre del año).
En paralelo, Repsol ha recuperado en bolsa los niveles que tenía en el momento de la expropiación... o incluso los supera tras los ajustes por dividendo. Una evolución que es motivo de celebración, pero sólo relativo por los muchos matices que hay que tener en cuenta. Y es que la acción de la petrolera española llegó a ese fatídico 16 de abril después de meses de importantes caídas, como consecuencia singularmente de la incertidumbre y los miedos que despertaba el tira y afloja con las autoridades argentinas que ya había comenzado. Repsol recupera la cotización de hace año, pero entonces ya había sufrido un grave correctivo.
El Gobierno argentino anunció la nacionalización de YPF justo cuando en la bolsa española se celebraba la subasta de cierre. Las acciones de Repsol habían subido un 2,23% durante esa sesión del 16 de abril y la subasta se comió toda la subida, para desbarrancarse en las siguientes sesiones. Antes del anuncio de expropiación, la capitalización de Repsol rondaba los 21.800 millones de euros. Tres días después se habían evaporado 3.900 millones de su valor. En apenas mes y medio, la caída de la capitalización era ya de más de 4.900 millones. El pasado viernes Repsol cerraba la sesión con una capitalización de más de 21.600 millones, casi igualando los niveles previos al expolio, pero lejos de los 28.700 millones que valía en enero de 2012.
La batalla legal y el acuerdo desmentido
El Gobierno español reaccionó a la expropiación anunciando una ofensiva diplomática y adelantando medidas de presión contra la Administración Kirchner. Un discurso que no tardó en desinflarse ante los inexistentes resultados. De hecho, la única represalia real emprendida por Madrid fue la penalización de las importaciones de biodiésel argentino, y apenas unos meses después se acabó por recular y retirar la medida. Repsol, en cambio, sí ha embarcado en una batalla legal con varios frentes para defender sus intereses.
Repsol ha llevado la expropiación ante el órgano de arbitraje internacional del Banco Mundial, el Ciadi, para reclamar una indemnización. El grupo ya cifró el día después de la expropiación en el entorno de los 8.000 millones de euros su participación en YPF (valoración luego refrendada por expertos internacionales en un informe). Una indemnización a la que se sumaría la reclamación de otras compensaciones millonarias por los daños sufridos por la pérdida de activos. En este sentido, sólo la valoración del gran yacimiento de Vaca Muerta podría alcanzar los 14.000 millones. En paralelo, Repsol ha cumplido su amenaza y ha presentado demandas contra las compañías que se han aliado con YPF para explotar Vaca Muerta, como la argentina Bridas y la estadounidense Chevron.
A pesar de la batalla legal en que se ha embarcado la petrolera presidida por Antonio Brufau y su empeño por que sea la justicia (y sólo la justicia) la que resuelva el conflicto, fuentes de YPF y de la propia Casa Rosada han venido dando por hecho en las últimas semanas que se alcanzará a muy corto plazo un acuerdo entre las partes que ponga fin a la guerra judicial y que vuelva a vincular a ambas compañías. La cúpula de Repsol niega que siquiera haya negociación alguna con el Gobierno de Buenos Aires y desmiente tajantemente que hoy sea posible un pacto, aunque se muestre abierto a él.
Sin embargo, desde Argentina se detalla que el acuerdo pasaría por una indemnización de unos 4.600 millones para Repsol y la explotación compartida con YPF de Vaca Muerta. La prensa argentina señala a Isidro Fainé, presidente de La Caixa (el mayor accionista de Repsol, con casi el 13% del capital) como el principal valedor del acuerdo, e incluso la agencia Reuters ha informado de la celebración de reuniones entre Fainé y Kirchner en la mismísima Casa Rosada.
Si se apuesta por la solución pactada o se continúa con la batalla judicial, lo sabremos en los próximos meses. Entretanto, los planes de Repsol, al menos los que se conocen, son los de continuar con el crecimiento orgánico en el área de exploración y producción, sumando yacimientos por medio mundo... Pero incluso cumpliendo sus objetivos a medio plazo, la compañía seguirá lejos, muy lejos, de los gigantes del sector.