La devaluación abrupta es un clásico de la historia argentina reciente. Pero lo que no se había visto nunca, y hace de esta nueva devaluación un hecho inédito es que el ministro de Economía, en vez de anunciarla con gesto grave y exponerse a una crisis social, plantee la medida como una liberación y reciba felicitaciones.
Es lo que en estas horas le está pasando a Alfonso Prat Gay, que festeja como un triunfo político la decisión de haberse arriesgado a una medida de shock, desechando todas las opciones gradualistas para ir desarmando las restricciones y liberando el tipo de cambio en etapas.
El día del anuncio, se notó la intención de aprovechar la situación política. Por un lado, por la autoridad y el consenso que despierta un gobierno recién asumido. Pero, sobre todo, por la ventaja de la herencia recibida del gobierno de Cristina Kirchner, que le permitió al nuevo equipo económico anunciar una devaluación sin mencionar una sola vez la palabra tabú.
Prat Gay solo habló de los males del cepo, de la necesidad de recuperar el flujo inversor y de normalizar la economía del país. Ni una vez dijo "devaluación".
Y ante la insistencia periodística, solo apuntó a que en adelante el país optará por el sistema conocido en la jerga económica como "flotación sucia". Es decir, un régimen en el cual el tipo de cambio es fijado por el libre juego de oferta y demanda, pero con un Banco Central dispuesto a intervenir cada vez que lo crea necesario, ya sea para frenar movimientos especulativos o porque quiere "marcar la cancha".
De todas maneras, el ministro había dado un guiño sobre cuál era el nivel que él consideraba cercano a un valor normal de mercado, al mencionar el "contado con liquidación", como se conoce al tipo de cambio que surge de triangular bonos comprados en pesos argentinos y revendidos en dólares en Wall Street. Ese número estaba en 14,25 pesos argentinos.
De manera que la expectativa que se había generado entre economistas y operadores financieros era que el gobierno fijara una banda de flotación, con un piso en 13 pesos y un techo en 15. No se comunicaría formalmente esa banda, pero quedaría claro porque el Central intervendría comprando o vendiendo cada vez que se traspasaran los límites.
El día del debut, naturalmente, la expectativa era que el mercado pusiera a examen la solidez del plan económico de Prat Gay y, sobre todo, el poder de fuego del Central, cuyas reservas netas están prácticamente en cero. En consecuencia, el valor en la mente de todos los analistas era de 15 pesos argentinos. Se entiende, por lo tanto, la euforia que invadió a los miembros del equipo económico cuando, tras la primera jornada, el tipo de cambio fue bajando hasta cerrar en 13,95 pesos argentinos en las pantallas de los bancos y a apenas 13,37 el interbancario, lo cual marcaba una devaluación de "apenas" 36%. Una magnitud moderada en comparación con los pronósticos apocalípticos que se habían hecho durante la campaña electoral.
El lujo de no intervenir
"Un éxito total, salió todo según lo planeado", le decía un exultante Alfonso Prat Gay a sus colaboradores en el debut de la economía argentina poscepo cambiario.
La alegría del ministro de Hacienda estaba justificada. Aunque la primera jornada fue algo caótica en lo operativo y, por lo tanto, el volumen operado fue inferior al de un día normal, el hecho es que las cosas salieron como ni el más optimista de los funcionarios macristas se había atrevido a soñar. No solo se evitó una espiralización de la divisa, sino que además el Banco Central pudo darse el lujo de no intervenir en el mercado.
"Estamos muy tranquilos porque siempre creímos que las empresas y el público tenía más dólares de los que necesitaban", afirmó Prat Gay.
Por momentos, la actitud del ministro hasta rozó la "canchereada" al decir esta frase que sonó como un desafío al mercado: "Lo que faltaron fueron compradores, más que vendedores".
Y lo cierto es que, contrariamente a lo que todo el mundo esperaba, el Central, que venía sacrificando reservas a un ritmo de US$ 100 millones diarios, cerró en cero, en términos netos.
Lo que se comentaba en el mercado es que hasta podría haber comprado divisas para reforzar las reservas, pero prefirió no hacerlo para contribuir a una caída de la cotización hasta el nivel de 14 pesos argentinos. Pero el dato más sugestivo es que le quedaron ofertas abiertas por US$ 304 millones.
En otras palabras, que empezó a ingresar el flujo de dólares prometido por los exportadores agrícolas y no hubo compradores para tomar toda esa oferta. De manera que encara las jornadas venideras con el "hándicap" de dólares disponibles en el mercado y a la búsqueda de compradores.
Con los problemas operativos ya en vías de resolverse, se estima que la demanda de dólares se recompondrá, tanto entre los pequeños ahorristas como entre las empresas importadoras. Pero el equipo económico macrista se muestra confiado en que logrará soportar la presión.
Según detalló Prat Gay en su conferencia de prensa, en las próximas semanas ingresarán US$ 5.000 millones como producto de un acuerdo con bancos de inversión de Estados Unidos, otros US$ 3.000 por la vía de un swap de monedas con China y un flujo diario de US$ 400 millones de liquidaciones comprometidas por los exportadores agrícolas.
En total, sumando aportes de empresas, el gobierno cree que conseguirá una cifra superior a los US$ 15.000 millones que le garantizarán un verano tranquilo y poder pasar airoso su primera gran prueba: que una devaluación del 40% no genere un trauma social y político.
Es recién el arranque de un mercado al que le cuesta normalizarse tras cuatro años de cepo, de manera que todo el festejo de estas horas debe ser refrendado en los días venideros y el riesgo de volatilidad nunca debe darse por descartado. Pero el resumen de la jugada de cortar de cuajo el cepo cambiario es que las cosas salieron mejor de lo que el propio Macri había imaginado.