Los 10 desafíos ineludibles de la agenda del próximo pontífice
Los movimientos eclesiales, decisivos en la elección
Rezos, frío y algo de decepción en la plaza
El segundo cónclave del siglo XXI encuentra a la Iglesia argentina con un deseo común: la elección de un papa que sepa interpretar la realidad actual, exprese una continuidad de los últimos pontífices , en la línea del Concilio Vaticano II, y comunique la verdad de Jesucristo con palabras y gestos adecuados para un diálogo fecundo con el mundo.
También se esperan una menor influencia de la curia romana en el gobierno de la Iglesia y más protagonismo de los obispos y episcopados locales, de acuerdo con el espíritu del Concilio, según distintas fuentes eclesiásticas consultadas por LA NACION.
Una descentralización en el gobierno de la Iglesia sería bien recibida por obispos y sacerdotes argentinos.
"Durante el largo pontificado de Juan Pablo II se fortaleció el centralismo y se desdibujó el papel de algunas instancias colegiadas", confió una fuente eclesiástica. "Se creó la Pontificia Comisión para América latina, que depende de Roma, y perdió terreno el Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), que siempre expresó la realidad de la región, a través de una mirada conjunta", deslizó.
"Como en toda institución, en la Iglesia hay que hacer siempre reformas de estructuras. Por ejemplo, para darle mayor responsabilidad a la mujer o más participación a la Iglesia local en la designación de su obispo. Pero lo importante hoy es elegir un papa con cierto carisma profético, que atraiga incluso a los no católicos", precisó, en tanto, el sacerdote jesuita Ignacio Pérez del Viso.
Para el padre Víctor Fernández, rector de la Universidad Católica Argentina (UCA), los fieles esperan "una figura cercana, amable, entusiasta, carismática, que transmita esperanza" y que ofrezca a los sacerdotes "un mensaje claro y atractivo".
"Una función central del papa -dijo el destacado teólogo- será asegurar la unidad dentro de la inmensa riqueza de la diversidad."
En una sociedad que perdió la costumbre de entender el lenguaje eclesial, uno de los principales desafíos es renovar el mensaje, sin perder identidad ni caer en el relativismo.
"La Iglesia tiene que tener palabras y actitudes para los que piensan y viven de una manera distinta a nosotros y para aquellos que, aun creyendo en Dios, no entienden la propuesta moral del Evangelio", sintetizó el padre Alejandro Russo, rector de la catedral metropolitana. "El miedo por no caer en el relativismo no tiene que opacar las actitudes de amor y misericordia", observó.
Pocos recuerdan que en julio de 2005, tres meses después de ser elegido, Benedicto XVI planteó la necesidad de estudiar la situación dolorosa de los divorciados vueltos a casar, que se ven excluidos de la comunión, en un mensaje a los sacerdotes de la diócesis italiana de Aosta.
"Tildado muchas veces de retrógrado, el papa buscó un acercamiento con situaciones concretas de la realidad, que no implica un cambio en las verdades. Son pasos costosos y tal vez por ello ahora pensó que era mejor dejar su misión en manos de alguien con mayor energía y fuerzas", reflexionó un sacerdote.
Una ocasión para presentar un lenguaje adecuado a las renovadas expectativas será la próxima Jornada Mundial de la Juventud, que se hará en julio, en Río de Janeiro.
Acercarse a la realidad, con gestos y palabras adaptadas a este momento histórico, implica salir de las parroquias, donde la comunidad se siente seguramente más cómoda. El cardenal Jorge Bergoglio puso en movimiento ese estilo pastoral en la arquidiócesis de Buenos Aires, con las misiones en las calles y su cercanía a quienes viven en las villas, en la droga y en la prostitución. "Es caminar por la periferia, pero no en sentido geográfico, sino social, salir al encuentro de la gente, no quedarse con los «fieles cautivos»", explicó el padre Russo. En sectores de la Iglesia advierten que ese esfuerzo no se profundizó, sin embargo, en el diálogo con la cultura y la intelectualidad.
La agenda que le espera al papa es variada. Todos ven auspicioso que los cardenales tengan en cuenta los escándalos del VatiLeaks y los vergonzosos casos de abusos de sacerdotes. Pero consideran que "no son los únicos temas y no pueden opacar otras cuestiones menos mediáticas pero sumamente valiosas".
"Normalmente, los papas, aun los más originales, no parten de cero. Hay una agenda abierta que debe continuar, comenzando por las orientaciones del Concilio. El Año de la Fe es un tema prioritario, lo cual implica el fortalecimiento y la purificación de la fe hacia el interior de la Iglesia", precisó el obispo de Mar del Plata, Antonio Marino.
"Sigue vigente el programa trazado por Benedicto XVI: la fuerte secularización de la cultura, el relativismo ético, el diálogo entre la fe y la ciencia, el ecumenismo, el diálogo interreligioso, las realidades sociales, la promoción de la mujer y cómo educar a la juventud en un mundo globalizado y fragmentado", enumeró Marino.
Bergoglio podría convertirse en la sorpresa
- (De nuestra corresponsal).- El arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, podría convertirse en la gran sorpresa del cónclave. Con la ventaja de ser muy conocido por haber participado en el cónclave de 2005 -cuando quedó segundo, después de Joseph Ratzinger, en la votación-, Bergoglio, de 76 años, podría haber obtenido ayer unos 30 votos en el primer escrutinio.
- Según pudo saber LA NACION, tendría el consenso de cardenales italianos y del resto de Europa, norteamericanos, latinoamericanos, africanos y asiáticos. Bergoglio, el único cardenal jesuita en el cónclave, cautiva por su estilo de vida simple, su cercanía a los pobres, por no estar respaldado por lobby alguno y por su visión de la Iglesia.
- Algunos analistas creen que si el cardenal Angelo Scola no logra ser elegido en las votaciones de hoy, una posibilidad, podría haber un duelo final entre el canadiense Ouellet y Bergoglio, consagrado cardenal por Juan Pablo II en el consistorio de 2001.
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