El reality show de la política argentina

A una semana de las elecciones los candidatos tienen su pantalla favorita. El medio millón de personas que, según Ibope, mira Intratables en Capital y Gran Buenos Aires, es codiciado no sólo por el número sino porque representa a un público diferente al de los típicos programas políticos. “Nosotros popularizamos la política, la pusimos de moda. Esa discusión del laburo, la mesa o el bar se trasladó a la tele. Siempre los programas del género se mostraron más estáticos o los políticos fueron sinónimo de no dar rating. Yo hago un ciclo que tiene que medir y vender publicidad. Los candidatos me dicen que lo que les sucede en la calle después de venir acá es diferente. Lo mismo pasa en las redes sociales, todos los días somos trending topic. Eso en la búsqueda desesperada de un voto es oro”, cuenta Santiago del Moro, quien llega impecable al piso a minutos de salir al aire, cuando todo parece tranquilo para el ritmo que se ve en pantalla. “Ahora es así, pero después van a venir 15 personas más. Para mí es un programa de riesgo. Como conductor no sé qué puede pasar”, confiesa.

No se equivoca. A medida que van llegando los candidatos, el detrás de cámara se va superpoblando. Después de una larga primera tanda, a los productores, equipo técnico y maquilladores se le suma la comitiva de los dirigentes que va a la caza de sufragios en el sprint final. El primero en decir presente es Fernando Espinoza, quien ríe ante la pregunta de si siente que juega de visitante en la pantalla de América; porque esta noche el plato fuerte es Sergio Massa, a quien siempre se lo ha ligado al canal de Vila-Manzano. El intendente de La Matanza intenta defenderse en vivo de la fallida inauguración del hospital René Favaloro que hizo en cadena nacional junto a Cristina Fernández y discute especialmente con el periodista Gabriel Levinas sobre su gestión. Apenas pasaron las 21 y un Roberto Lavagna recién llegado le dice a uno de sus asesores: “Esto es medio un despelote”.
Respecto del rumor recurrente de si el líder del Frente Renovador tiene un trato especial en el canal, Del Moro niega con la cabeza y asegura, vehemente, que “no podría hacer el programa si tuviera que ir para un lado o para el otro. Yo respondo sólo a mí mismo. Nadie me digita ni me compra el voto. No soy un operador político”. Aunque el riesgo de la operación, claro, en estos días, sobrevuela: “Siempre va haber gente más interesante que otra. Hay políticos que vienen que son muy interesantes y hay cada cachivache… Hay gente que se sienta acá y emana corrupción, otra que transmite convicciones y proyectos. Los políticos son nuestros administradores. Ni más ni menos que eso. Nos han traicionado, pero son parte de nosotros. No todos son una mierda. Hemos tenido buenas y malas, pero es cierto que uno mira a la clase política con distancia por miedo a que te vuelvan a traicionar”, explica.

Massa ya está en el piso, acompañado por su equipo de prensa y José Manuel de la Sota. Se lo ve cansado por la recorrida maratónica que cualquier aspirante a la presidencia hace por estos días. Antes de entrar al aire, el equipo del ex jefe de gabinete de Cristina se cruza con Espinoza, quien le dedica un afectuoso “compañero peronista” al gobernador de Córdoba, un fuerte apretón de manos a Lavagna y un saludo de compromiso al candidato que disputa con Mauricio Macri un posible lugar en el ballottage. Antes de que lo ubiquen en el centro de la pantalla, Massa admite que Intratables permite “ser más uno mismo, y no estar tan enlatado en las cuestiones técnicas. Poder transmitirle a la gente sensaciones sobre temas que son importantes. Que el conductor no venga del periodismo político lo ayuda a uno a distenderse, pero cuando hay una discusión que dar, hay que darla”. Y la discusión se presenta con la única panelista presente que defiende al oficialismo.

Agustina Kämpfer le pide que no se vaya por la tangente cuando habla de economía, y una mujer que acompaña al ex intendente de Tigre murmulla “desubicada”, mientras entra al estudio Malena Galmarini, que juega a no darle trascendencia a lo que diga la antigua pareja de Amado Boudou y actual novia de Jorge Rial. “Depende de quién intente maltratarte y qué te digan, para ver cómo uno reacciona. Acá hay que tomarlo todo como de quien viene”, responde la mujer de Sergio Massa detrás de la escenografía que simula una ciudad encendida, decorada por un cartel que lleva la cuenta regresiva al 25 de octubre. A su vez, un asesor le hace gestos al candidato para que sonría, pero éste lo ignora. Lo intenta tres veces más. Tienen temor de que no seduzca con los gestos. “Está cansado”, dice su jefe de prensa. El segundo corte viene bien.

Los productores se mueven, los equipos técnicos también. Los cerca de diez que acompañan al Frente Renovador son pocos respecto de los que suele llevar Daniel Scioli, o al menos eso dicen en el canal. José Núñez está a cargo de una producción de treinta personas y asegura que no reciben ningún pedido extravagante por parte de los políticos: “Algunos te piden que la nota se la haga sólo Santiago y que el panel no pregunte. Y no, acá tenés que hablar con el panel”. Desde el control, con la pantalla del minuto a minuto adelante, le sugieren a Del Moro por intercomunicador que hable un poco más, el conductor acepta. “A Santi lo conozco desde hace mucho y es el mejor. Tiene sus caprichos, es un poco rebelde, pero es el mejor lejos. Recién me cuestionó un graph. Yo le busco gancho, él pone la cara y si algo no le gusta, lo dice”, admite.

El programa se acaba con el mismo nivel de intensidad con el que arrancó. Ping-pongs e informes intercalados con PNT. Lo que el propio Del Moro definió como el reality show para definir su voto todavía no lo ayuda a elegir un candidato, aunque todos quieran estar allí, a su merced. “Ninguno de los postulantes me termina de convencer. Salvo el voto cautivo que pueden tener algunos, la mayoría de las personas estamos viendo qué pasa en los últimos días. Esta es una campaña muy larga y los candidatos están agotados. Nadie ganó nada todavía, se va a definir en el último minuto”, pronostica el conductor.

 

“Todos quieren ser Marcelo Tinelli”

Hay muchos en el medio que, quizás por tomar sólo en cuenta que provenía del ala más “light” del espectáculo, no auguraban que Santiago del Moro pudiera transformarse en un gran conductor de programas políticos, en un referente de su profesión. Sin embargo, y aunque los 4,5 puntos que promedia el ciclo no parezcan gran cosa, no hay integrante de la clase dirigente que no quiera sentarse frente a él: “Creo que lo que llamó la atención de mí es que le puedo imprimir gracia y esa cosa vertiginosa que me da venir de otro palo a este mundo tan solemne y acartonado, de tanto spray y discurso prefabricado. Todos quieren copiar a Jimmy Fallon o ser Marcelo Tinelli, yo quiero ser yo. Ojalá algún día me copien a mí”.

—¿Podrías trabajar en otro país?
—He tenido ofertas de laburo en otro lado, pero mi lugar en el mundo es éste, mucho más después de ser papá. Soy un sobreviviente desde que me vine de mi pueblo, y soy un kamikaze de este medio. Me fue bien haciendo un programa para teenagers, otro con famosos, ahora caí en el mundo de la política y siempre me adapté muy bien, por eso, no sé dónde puedo caer en un futuro. Voy haciendo mi trabajo con el bolso armado siempre cerca, aunque América es mi casa y trabajo con plenitud. Descubrí un mundo fascinante. La política es una mezcla entre fascinación, cosa bizarra y lo más visceral.

—¿Sentís que se te subestimó?
—Más allá de mi entredicho con Lanata, el año pasado estuve en su programa y me tiró la mejor, he tenido muy buenas devoluciones de gente valiosa. Estando en esto no te podés creer la crítica o la caricia. Soy un trabajador. Si me creo todo esto, cagué.

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