Si
los musulmanes deben peregrinar por lo menos una vez en la vida a La
Meca, los argentinos no están tan lejos de hacerlo a Roma. ¿O debería
decir los políticos? En una relación que fue creciendo desde que fuera
electo Obispo de Roma, la clase política argentina no ha desperdiciado
ninguna oportunidad para acercarse a Francisco. Que sigue siendo
Bergoglio.
Con una comitiva de número bíblico, los 33
integrantes del vuelo presidencial hicieron escala en la Ciudad Eterna
acompañando la invitación que rápidamente aceptara Cristina Kirchner
para almorzar con el líder de la Iglesia Católica. Bajo el indiscutible
liderazgo jesuita, esta institución milenaria se reposicionó rápidamente
frente a escándalos internos y externos que minaron su credibilidad;
hoy, a 18 meses de la elección del
Papa del fin del mundo, el Vaticano ha vuelto a ser el centro de poder.
Y de un lado y del otro del océano atlántico, ese poder se reconoce.
En
un momento crucial para el gobierno argentino, el Papa decidió ser
públicamente solidario con los intereses del país. Tomando la
iniciativa, pidió reunirse con Cristina para intercambiar opiniones de
temas que atañen no solo a la política latinoamericana (como la
reestructuración de la deuda y la especulación financiera), sino al mundo
entero en el caso de la "tercera guerra mundial a pedacitos" que está
desangrando Medio Oriente. Un nuevo almuerzo en privado fue la excusa
perfecta para tratar los temas a "agenda abierta".
Dejando de
lado las diferencias del pasado y del presente, ambos mandatarios
celebran las coincidencias. En esta nueva Puerta de Hierro que es Santa
Marta, se espera que más allá de las fotos de rigor, los visitantes se
hagan eco de las palabras de la ocasión.
Federico Wals
@federicowals