A los argentinos les sirvió su estrategia. Casi hibernaron en el hotel Dann Carlton, que los refugiaba en su concentración desde la noche del domingo, cuando se escabulleron por el parqueadero del hotel y dieron el primer mensaje a la hinchada, curiosos, periodistas, y a la misma Selección Colombia: no les interesaba contacto alguno.
Un esquema de seguridad impenetrable y la creación de una zona exclusiva para los gauchos en el lugar de alojamiento se encargaron de mantener a raya a quien quisiera acercárseles a Mascherano y su tropa. Si como ensayaron la indiferencia con los seguidores que los esperaban probaron la táctica con la que enfrentaría a los cafeteros, el resultado es más que entendible.
Pese a esto, yo, como muchos otros huéspedes, nos levantamos ayer con la misma convicción con la que había llegado 36 horas atrás: conseguir una foto con uno de los jugadores de la Selección Argentina.
La noche del lunes había sido igual que la anterior. Expectativa gravitando en el ‘lobby’ del hotel Dann Carlton, porque, justo bajo ese mismo techo, varios de los mejores jugadores del mundo, como Ángel Di María y Javier Mascherano, se explayaban a sus anchas. Como era habitual durante la estadía de los convocados de Martino, a una hora de la noche, a las 9 p.m., los ascensores eran bloqueados para permitir el descenso, hasta el mezzanine del segundo piso, a la banda de ‘Tata’. Una media decena de niños huéspedes del hotel hacen corrillo, gritan los apellidos de los futbolistas conforme van apareciendo las caras.
No entendían de pena, y sus ganas de obtener un gesto de parte de los charrúas fue tal que los llevó a pedirle al mismísimo presidente de la Asociación de Fútbol Argentino, Luis Segura, la firma de los jugadores estampada den su camiseta albiceleste. El dirigente, un tipo amable, pero severo, le pidió la casaca a Juan Martín Correa, un hincha de 14 años de los que agitaban sus camisetas en espera del deseo. Minutos más tarde, la impecable camiseta azul y blanca regresó llena de garabatos negros, hechos a marcador, en manos del dirigente. El reto aún sigue siendo adivinar de quién es cada autógrafo.
Ese fue, hasta entonces, el mayor contacto del equipo charrúa con los fanáticos que lo esperaron por más de ocho horas apostados en el primer piso del Dann.
ABRIERON LA CERCA
El partido hizo amanecer el lobby más revolucionado que de costumbre. Hinchas colombianos –y algo ‘argentinos’- montaban guardia esperando que, por el segundo piso, aparecieran las espigadas figuras de los albicelestes para, una vez más, lograr un saludo. O algo más. A eso de las 10:15, y cuando ya el primer piso le había bajado el tono al revuelo con el que se despertó el hotel, apareció Jonathan Maidana, defensa central del River Plate, y quien cumplió su primera convocatoria con el combinado austral.
El albiceleste llegó hasta el ‘mezzanine’ a saludar a Sebastián López, su compatriota arquero de Uniautónoma, a quien conoció hace varios años jugando en Banfield, que fue a visitarlo al lugar de concentración. “No quiere hacer mucha bulla porque es su primer llamado”, aseguró López sobre su amigo, quien terminó cediendo a una presión que lo llamaba desde abajo. La decena de chiquillos del lobby, que nunca desistió, le gritaba desesperadamente. Tanto, que acabó por aceptar que irrumpieran el sitio prohibido: las escaleras que conducían a la segunda planta, y allí firmó una media docena de camisetas. Yo, la más alta entre ese grupo de pequeños, logré pedirle una foto, a lo que me respondió: “Vení por ella”, y el mismo Sebastián acabó por retratarnos, algo que parecía imposible con cualquier miembro del seleccionado argentino.
Exactamente una hora después, bajaron los de Martino al completo. El primero fue Martín Demichelis, también excompañero de López. La valla de seguridad hacia el ‘mezzanine’ había quedado abierta, y todos los que habíamos corrido al inicio y logrado la hazaña de una firma y la foto, pretendimos repetir la fórmula. Pero los cálculos nos fallaron: el defensa central del combinado charrúa se apresuró a refugiarse hacia el interior del hall del comedor mientras se sacaba una foto con su amigo, ahora radicado en Barranquilla. Eso, sumado al desfile de estrellas que siguió: Higuaín, Rojo, Mascherano…, obligó a uno de los directivos de la Federación Argentina obligar a los policías a evacuarnos, y hasta ahí llegó cualquier posibilidad de autógrafos y ‘selfies’.
La estrategia no funcionó, como sí a ellos, que se escudaron en el silencio para no generar expectativas. Se anotaron un golazo escabulléndose entre parqueaderos cercados y ascensores bloqueados. Su táctica de defensa les aseguró la tranquilidad. También los tres puntos más anhelados hasta lo que va corrido de Eliminatorias.