El grito de la sangre en Beirut – Buenos Aires – Beirut

Publicado el 18/10/2012 - Por Emilio Marcelo Jozami
mjozami@elliberal.com.ar

Grace es una mujer de origen libanés que vive en Buenos Aires. Un día su tía abuela le confía un secreto: Mohammed, el bisabuelo de Grace, no murió en Argentina sino que volvió al Líbano, dejando abandonada a la familia. Grace comienza a investigar la vida de su bisabuelo y viaja al Líbano en busca de sus orígenes. Esta es la esencia de Beirut- Buenos Aires - Beirut, filme dirigido por Héctor Belón y protagonizado por Verónica Spinelli, o Grace. La actriz vendrá a La Banda este lunes para su avant premier. EL LIBERAL la entrevistó en exclusiva.
¿Fue búsqueda o reafirmación de una identidad que te llevó a hacer Beirut-Buenos Aires-Beirut?
Fue una búsqueda de una identidad. Yo sentía que había algo incompleto si yo lo miraba hacia mis raíces árabes. Normalmente, uno se fija en el apellido paterno, y en mi caso es Spinelli, que es italiano. Tengo herencia italiana en mis genes y, sin embargo, sentía que algo me faltaba.
¿Cómo lograste confirmar que también tenías raíces árabes?
Fue cuando tenía 15 años. Después de escuchar, por la televisión, como un imán llamaba a la oración, le pregunté a mi mamá qué era eso que me encantaba, que me seducía y que lo escuchaba como si lo entendiera cuando, en realidad, yo no hablo árabe. Mi madre me confirmó que a eso lo llevaba en la sangre porque mi bisabuelo era libanés y del credo musulmán.
¿Cuál fue tu reacción?
De una emoción enorme. Fue como si me hubieran abierto una ventana hacia un mundo nuevo. A partir de ese momento, empecé a buscar mis raíces, por ese lado, como atraída como por un canto mágico.
En virtud de esta búsqueda, que luego plasmaste en tu filme con tu viaje a Líbano, ¿qué ratificaste?
Cuando llegué al Líbano y ví la cara de mi familia me pude ver en esos ojos. Eso fue lo más fuerte. Sentir que me reconocí ahí, que había algo que por más que los años y la distancia me había mantenido alejada sentía que me era familiar, como si reconociera los olores, esas caras, esa tierra. Eso fue muy fuerte porque fue como si tuviera el recuerdo de algo y, sin embargo, yo nunca había estado ahí.
Es el grito de la sangre ante tamaño descubrimiento.
Cuando regresé a Buenos Aires, comencé a extrañar. Mi bisabuelo, como Karime, otro personaje fuerte filme, que es la sobrina de mi bisabuelo Mohamed, han estado, desde sus lugares, allá en el cielo, operando para que esta película se pudiera hacer.
¿Tuviste problema para filmar?
Fue un milagro poder hacer la película y llegar donde llegamos. Tuvimos que sortear obstáculos. No fue fácil llegar a la zona donde filmamos, que es Cafarquela, una zona de conflicto. Gracias a Dios, siempre tuvimos viento a favor y fuimos siempre muy bien recibidos. No fue solo mi voluntad lo que operó para que todo esto se realizara sino que hubo una ayuda del más allá.
“¿Quiero saber quién era Mohamed? ¿Cuándo llegó? ¿Por qué se fue y si tengo otra familia que no conozco del otro lado del mar?” Son preguntas que te haces en el filme. ¿Encontraste las respuestas?
Yo entendí por qué mi bisabuelo volvió. Pude sentir, al concer su tierra, el desarraigo que él experimentó al vivir en la Argentina. Creo que permaneció muchos años en el país por amor a sus hijos y que, cuando los vio grandes, tuvo la necesidad de volver al lugar donde él pertenecía, a su tierra, a sus orígenes, a su familia. De algún modo, supe comprenderlo y decirle: “Sé por qué volviste. Estoy acá y ahora veo a qué volviste”.
¿Cómo tomó tu abuela esas respuestas que encontraste y la información más concreta, y no tan nostálgica, que le trajiste desde Líbano?
Mi abuela no para de agradecerme. “Gracias, gracias, gracias” se escucha en la película. Sintió que a través mío le devolví un lugar a su papá porque si no iba a permanecer en la memoria como el que se fue. De algún modo, al haber ido ya allá, lo encontré nuevamente. Entonces, dejó de ser el fantasma para volver a aparecer en el recuerdo de todos y poder demostrar a dónde fue. De lo contrario, iba a permanecer en el imaginario de ¿a dónde se fue? ¿Qué es el Líbano? ¿Qué es esa tierra? ¿Quiénes están allá? ¿Cómo son esas caras? ¿Cuál es esa casa a la qué volvió? Le devolví un lugar en la memoria. Eso tomé conciencia después. A la película la hice guiada por una intuición y las certezas aparecieron cuando estuve de vuelta en la Argentina y me dije: “Ahora sé por qué lo hice”. Y también me sucede cuando mi abuela pasa a ser la abuela de muchos que comparten esta historia conmigo. Entonces, digo que valió la pena hacer este viaje a Líbano y que hiciera una película y no un registro personal para que quedara en la biblioteca de casa. El esfuerzo de hacerlo grande, de compartirlo en el cine, está logrado cuando la gente me dice gracias, igual que mi abuela. l

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