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La noche del viernes fue de trabajo para el pescador Murilo Jucenir Rego, de 31 años. Después de pasar la madrugada en la embarcación Abílio Silva, en el mar de Ingleses, en Florianópolis, decidió cambiar el trayecto habitual para ver si tenía mejor suerte con la pesca. El sol ya había aparecido a las 7 cuando avistó a una niña encima de unas piedras. Era la pequeña turista argentina Candelaria Caballero, de 9 años, que había perdido a su padre, Javier Caballero, 42, y su hermana Trinidad, 7 y pasado la noche solita.
“Otro amigo pescador nos avisó que había una niña en el morro. Pero yo no la vi. Cuando llegamos más cerca, vimos a la criatura haciendo señas con las manos y pidiendo auxilio”, recuerda con lágrimas en los ojos el pescador que consigue su sustento en el mar desde hace quince años y pocas veces se emocionó tanto.
En ese momento Murilo no sabía que horas antes Candelaria había visto a su padre y hermana ser engullidos por la fuerza de las olas que golpean a las rocas. El instinto del pescador fue rescatarla de aquella agonía, pero no quiso aproximar el bote para que la niña salte. Prefirió arriesgarse y él mismo se tiró al mar.
“Tardé unos cinco minutos en poder subir. Ella estaba acostada en una piedra y toda mojada porque el agua le llegaba”, relató.
Cuando finalmente consiguió alcanzarla, el pescador fue recibido con un abrazo aliviado. La niña le contó que los tres estaban sacándose fotos cuando la hermana cayó al agua y el padre se tiró para rescatarla. Antes, Javier dejó el celular y el sombrero con Candelaria para que pidiese socorro.
“Ella contó que el padre no pudo subir la piedra de nuevo. También dijo que logró escuchar a su hermana por poco tiempo, pero que después paró de escuchar a su padre y comenzó a llorar. Entró en desesperación. Me quedé con la niña una hora esperando el rescate en helicóptero. Solo pensaba en mis hijos”, expresó el pescador que tiene dos niños de 3 y 7 años.
El sargento del Cuerpo de Bomberos, Edinelson Manoel da Costa, que también auxilió a Candelaria, resaltó el coraje del pescador.
“Nosotros no pedimos que la gente haga esto si no tiene entrenamiento. La zona costera es muy peligrosa. Debería haber señalización del peligro o de necesidad de acompañamiento profesional para recorrerla”, apunta el profesional entrevistado por el Diario Catarinense.
La familia Caballero vive en la ciudad de Wilde, en la provincia de Buenos Aires. Ellos habían llegado a Florianópolis el 15 de enero y se quedarían hasta la noche del lunes en una posada en el “Centrinho dos Ingleses”, al norte de la isla. No era la primera vez que viajaban a Florianópolis.
Según el cónsul da Argentina en Florianópolis, Octávio La Croce, Candelaria y Analía Greco, la madre, volvieron al país en la madrugada del martes.
“Se querían quedar, pero la familia consideró mejor que vuelvan. Otros familiares, amigos y colegas, siguen la búsqueda aquí”, indicó el diplomático.
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