I. Hacer la historia tiene sus desafíos. Pero contarla, también. Y no siempre los hombres estamos a la altura de las circunstancias. Quienes integramos el Instituto de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego no hemos cumplido con las expectativas de la presidenta de la Nación. Incluso, le hemos llevado alguno que otro dolor de cabeza como los injustificables e innecesarios desafíos por parte de alguno de los miembros a la flamante ministra de Cultura, Teresa Parodi. Pretender cerrarlo, manu militari, es un acto de arrogancia. Sólo le corresponde, claro, a Cristina Fernández de Kirchner y sólo a ella hacer las modificaciones correspondientes para que el Instituto logre una acción funcional y acorde a las necesidades de estos tiempos.
En mi opinión personal, creo que un necesario futuro liderazgo debería estar a cargo de alguien con la capacitación intelectual y académica necesaria para llevar adelante esa empresa. Seguramente, algún rector de las flamantes universidades nacionales del conurbano podría desempeñar un papel brillante. Pienso en Ernesto Villanueva o en Ana Jaramillo, por ejemplo, personas a las que respeto y admiro. Claro, en el caso de la rectora de Lanús, yo me vería en la obligación de renunciar al Instituto, no por ella, claro, sino por algunos de sus mezquinos laderos, pero, eso no sería ningún problema ya que considero al Dorrego más importante que a mi vanidad personal.
No me interesan las internas palaciegas, no antepongo los intereses económicos por sobre los políticos, no antepongo las especulaciones políticas por sobre el trabajo intelectual. Avisé en forma privada sobre esta situación hace unos meses. Ahora lo hago público, ya que no tengo interlocutores válidos ni siquiera ante la ministra de Cultura. Y no me interesa perder ni ganar nada. El Dorrego no se mancha. Y si se manchó, debería ser limpiado.
II. Sin dudas la noticia más importante de la semana fue la reanudación de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba. Sobre ese tema persisten dos inocencias: a) la de creer que el nuevo estatus diplomático con EE UU es algo positivísimo y soluciona todos los problemas de la isla, es decir, tener una mirada acrítica de la negociación que emprendieron ambos países y b) la de creer que todo es una maniobra pergeñada por EE UU para hundir al régimen revolucionario, es decir, tener una exagerada suspicacia. Lo correcto y acertado siempre suele ser más complejo, más gris, más contradictorio.
Un recurso agotado –el del bloqueo–, un mundo diferente –sin polaridad–, una Latinoamérica prometida, un Papa de la región como Francisco, una necesidad por parte del gobierno cubano, una oportunidad de negocios para EE UU son algunas de las razones por las cuales ambos países decidieron acercarse. Lo que sí es para celebrar es que finalmente, Washington debió, aunque sea simbólicamente, dar marcha atrás con su extorsivo bloqueo imperialista, que era una vergüenza política para todo Occidente.
Sólo quien estuvo en Cuba viviendo con el cubano común sabe de los sacrificios que debió hacer ese pueblo durante el Período Especial, tras la caída de la URSS –como por ejemplo, comer milanesas de frazada o comer durante un par de días sólo agua caliente con azúcar para poder mantener la glucosa alta y no desmayarse del hambre–. Por lo tanto, no celebrar la posibilidad de que la vida de 12 millones de cubanos mejore en términos concretos es tener una mirada antihumanitaria de la política.
El posible levantamiento del bloqueo le ofrece a Cuba, al socialismo, la chance de hacerse de divisas frescas que permitan destrabar la dificultad de generar riquezas genuinas que tiene el sistema, ya sea por inversiones privadas o por la remisión de dólares del extranjero. Es cierto que la Revolución corre un riesgo alto. Pero, también es cierto, que tiene una gran oportunidad y es la de construir un sistema mixto, de cooperativas, capital privado, más el Estado, que le permita asegurar por muchas décadas la felicidad del pueblo cubano.
Es en este marco de distensiones que Argentina le pide a Gran Bretaña abrir las negociaciones sobre Malvinas. Así como el bloqueo es una herramienta absurda, caduca y criminal, la usurpación del territorio de Malvinas atrasa por los menos un siglo y medio.
Gran Bretaña tiene la posibilidad de modernizarse y sentarse en una mesa a dialogar sobre la posibilidad de encontrar una salida creativa al enclave colonial.
Claro que no será la devolución total e inmediata, pero con inteligencia se puede llegar a un acuerdo de explotación económica mixta beneficioso para ambos países, a una administración de doble bandera por un tiempo, a una partición de las islas.
Pero, claro, para eso Gran Bretaña, no el pueblo, sino la fantasmagoría imperial de su dirigencia debería dar un salto cualitativo que, por ahora, no parecen estar dispuestos a dar. ¿Podrá ayudar en algo el Papa Francisco, un hombre que siempre ha tenido un espíritu malvinero?
III. Estaba sentado en el bar de la esquina de mi casa leyendo. Se me acerca, Carlos, que tiene un negocio de flores sobre la Avenida Dorrego, uno de esos viejos peronistas del límite entre Crespo y Chacarita y después de hablar varios minutos sobre la realidad y especular sobre 2015, me dice preocupado: "Tenemos un problema, pibe… La dictadura sigue viva y se esconde en la justicia y en la policía." Sonrío. Le prometo usar esa frase en la nota del domingo y se va jurándome que lo va a leer.
Es un hombre de trabajo, de toda la vida, pero algo tiene claro: el Poder Judicial es la herramienta más poderosa que tienen los poderosos para garantizar su dominio sobre las mayorías. Y me hace recordar a ese grito lanzado por Juan Moreira al sargento Chirino: "¡Cobarde! ¡A hombres como yo, no se los hiere por la espalda! ¡No podés negar que sos justicia!"
Es la misma clave: la justicia para el laburante, para el pobre es rastrera, traicionera y mata por la espalda. Escribo esto y pienso en las vueltas que dan los recursos de las empresas como Clarín y La Nación y de qué manera las empresas más importantes del país pueden paralizar, incluso, a los poderes Ejecutivo y Legislativo. Bueno, no en vano, uno de los primeros presidentes de la Corte Suprema, Salvador María del Carril, el asesino intelectual de Manuel Dorrego, era llamado irónicamente "Lingotes de Oro", por su desmedida afección a las riquezas. Por suerte, como contrapeso, están los Raúl Zaffaroni y tantos otros, para dar un poco de pelea, al menos.
Claro, los que creen en una justicia democrática, renuncian a los 75 años, los que creen en las prerrogativas monárquicas, aunque hablen mucho de institucionalidad, se eternizan en sus cargos, como Carlos Fayt. Así de hipócrita es el poder real y su empleado Poder Judicial.