El Club de París y una decisión difícil para Cristina

El 10 de abril Axel Kicillof  llegó a Washington para participar en la llamada “Cumbre de Primavera” del FMI. Toda una señal de que los tiempos  están cambiando en  el  país: habían  pasado 7 años desde  la  última  intervención oficial de un Ministro de Economía argentino en este tipo de eventos (después de la salida de Lavagna, Néstor Kirchner primero y Cristina después, cortaron por completo ese camino de vinculación).

¡Curiosa  situación  la  de  Kicillof,  que  debió  partir  el  mismo  día  en  que  se  producía  un  paro  general  contra  las  políticas económicas que  lleva a cabo!  Pero paradojas  al  margen,  su agenda estaba centrada en la reunión del “Grupo de los 20” y en una esperada entrevista con  Alejandro Werner, Director del FMI para el Hemisferio Occidental. 

De acuerdo  a  la  oficina  de  prensa  del  Ministerio, llevó  al encuentro del G-20  “la  posición  del gobierno nacional sobre la defensa del empleo, el fortalecimiento de la demanda agregada, la reducción  de  las desigualdades y la sustentabilidad de las deudas soberanas”.  Pero,  apoyado  en  su  vasta  experiencia,  Sergio  Chodos  (Director del  FMI  en representación de Argentina) confió a Ámbito Financiero que “el  discurso de Axel  fue  uno  más  de  los  varios  que  se  escucharon  de  ese  mismo  tenor, una dialéctica que  esos funcionarios  conocen  demasiado“ (ver edición digital del 11/4/14).

En realidad, el verdadero interés de Kicillof consistía  en averiguar cómo sería una eventual revisión  integral que realicen técnicos del FMI sobre las cuentas económicas del país. Ocurre que a partir del 2006, después de haber cancelado en su totalidad la deuda que Argentina mantenía con ese organismo, Néstor  se  opuso  en  forma  terminante  a  que  vuelvan  estas  verificaciones.  

Ahora  bien, si  ya  no  adeudábamos  siquiera  un  dólar, ¿a  qué  se  debió  esa  fuerte  negativa?  A que la inflación había comenzado a desmadrarse y, como  no  encontraban  un  camino apropiado para controlarla, se estaba evaluando actuar sobre el INDEC. Una vez tomada la decisión,  Guillermo Moreno (soldado  ideal  para  todas  las  batallas)  se  encargó  de  hacerlo,  y  a  partir del enero  siguiente  se  “acomodaron”  no  sólo  el  resultado  de  las  encuestas sobre  precios, sino  también  otras  variables relacionadas  con  la  evolución de  la  economía.                    

II - Revisar o no revisar, ésa es la cuestión

Si  bien  la  referida  revisión  debería  hacerse  anualmente,  según  lo  estipula  el  artículo IV  de  la  Carta Orgánica  del  FMI, Werner transmitió  a  Kicillof  que,  en  principio,  no  es  condición  obligatoria   para  continuar  las  tratativas  con  el  Club  de París.  

Sin embargo, tanto Alemania como Japón (dos naciones muy gravitantes en dicho grupo de acreedores) se niegan a convalidar cualquier  posible  convenio  si  antes  no  se  realiza  esa  auditoría.

Frente  a  esta  oposición,  Kicillof  estima  que  si  el  FMI  confirma   que  no  sería  imprescindible   una  inspección  previa,  o –en el peor de los casos-  logra  el  compromiso  de  que  esa  verificación  sea  “liviana”  y  quienes vengan  no  escarben  demasiado, quedaría  allanado  el camino para llegar a un acuerdo final, cuya  negociación comenzará  oficialmente el 28 de mayo.

Sin embargo otros factores “ayudan” a complicar el proceso.  Por una parte, los técnicos del Club de Paris estiman el pasivo actual de Argentina en U$S 10.118,6 millones; suma que no coincide con el cálculo realizado en el Ministerio de Economía  (U$S 9.041,4 millones). 

Por otro lado, al mal antecedente de que en el exterior se ha desconfiado durante años de nuestras estadísticas oficiales, se agregó un impensado traspié:  a  comienzos  de  marzo  el FMI  informó  a  los  países  asociados  que  el  crecimiento  del  PBI  argentino  había  ascendido  a  4,3%  en  2013  (con  lo cual nuestro  país  tenía  que  abonar  en  diciembre  U$S 3.121 millones de intereses adicionales a los tenedores de bonos nacionales).   Esta  información  había  sido  recibida  desde  el  propio  Palacio de Hacienda. Pero pocas  semanas  después  Kicillof  rectificó  públicamente  ese  dato  anunciando que,  “de  acuerdo  a  la  nueva  metodología  de cálculo  que  está  aplicando el INDEC,  el  crecimiento  económico  del país en  el  año  pasado  fue  de  3%” (o sea, inferior  al  3,2% que, según  se  establece  en  las  láminas  de  nuestros  títulos, obliga  a  la  Argentina  a pagar una  sobretasa  a  quienes los poseen).  

El  desconcierto  en el FMI  (y su indignación después) fueron  tan grandes que  el martes 8 de abril difundió un duro comunicado (firmado por Olivier Blanchard, Economista Jefe del organismo).  En  él  manifiesta  su  preocupación  por “el deterioro  de  todas las  proyecciones  trazadas en  relación  a  la  economía argentina…una situación similar a lo que está ocurriendo en la colapsada Venezuela”.   El miércoles 9 el Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, respondió a esas críticas manifestando que “para el país el FMI no existe”  (frase  textual, que puede corroborarse  en  los archivos  de  noticieros  televisivos de  esa  fecha).  Y al día siguiente,  jueves 10,  Kicillof  partía rumbo  a  Washington  para  reunirse  con  los Directores  de  esa “inexistente” entidad.   

¿Qué pasará si, apoyándose en un eventual dictamen del FMI, el gobierno no admite la revisión que se le reclama desde el Club de París?   Las negociaciones  no  se  caerían,  pero  Argentina deberá avenirse a realizar un pago inicial  mayor que el ofrecido  originalmente  (U$S 250 millones) y, además, cancelar  el  saldo  en  plazos  más cortos  (al respecto, según sondeos de Chodos, en tal caso ese primer desembolso tendría que aproximarse a los U$S 1.000 millones).

III -  ¿Y la crisis internacional?

¿Cuál  es  la  ventaja  que  obtendrá  Argentina si logra un arreglo y comienza  a cumplirlo tal como  se comprometa?   Además  de   sacudirnos  la  triste  fama  de  “incumplidores  seriales”,  los  países  que  integran  el  Club  de  París  suscribirían   un  dictamen favorable,  instando  a  sus  empresas  a  radicar  inversiones  en  nuestro país  a  corto  o  mediano  plazo. 

En ese sentido y pese al “tropiezo” de haber reducido de la noche a la mañana el  valor  de  nuestro  PBI 2013, en encuentros previos a la “Cumbre de Primavera” Cecilia Nahón  (embajadora argentina en Estados Unidos) fue anoticiada sobre el interés de varias empresas europeas por traer  capitales: una  automotriz alemana, una compañía de energía nuclear (también alemana), una empresa española de comunicaciones, una multinacional europea que fabrica aeronaves, compañías petroleras de origen francés, holandés e inglés, y constructoras españolas, francesas y belgas. 

¿Por qué razón eligen a la Argentina?  Por lo que ha ocurrido  tanto en  enero  (devaluación  del peso, subas en las tasas de interés y el comienzo de un proceso de sinceramiento de las  estadísticas  oficiales), en febrero  (acuerdo con Repsol) y  en  marzo (inicio de reducciones en un aglomerado de subsidios imposibles de sostener).  A esto hay que agregar  que  en  diciembre  del año pasado se lograron acuerdos cancelatorios de deudas con una decena de empresas extranjeras que habían acudido al CIADI demandando al país por incumplimientos contractuales.

Además, según un parte oficial de la Embajada argentina (fechado el 11/4), una vez finalizada la sesión del G-20, Kicillof recibió en una misma reunión a representantes de empresas norteamericanas que actúan en rubros tan diversos como energía (Chevron, Exxon y AES), servicios petroleros (Halliburton, Helmerich-Paine y Baker-Hugues), automotriz (General Motors), agroindustria (Cargill, DuPont y John Deere), tecnología y comunicaciones (IBM, Dell, Oracle, y Alcatel-Lucent), consumos masivos (Coca-Cola, Pepsico, Procter Gamble, Walmart, Kirmberly-Clark, Kellogg’s y Clorox), indumentaria deportiva (Nike), químicos (Dow Chemical), así como General Electric y Boeing; todos ellos, procurando indagar sobre el rumbo económico que tomará el país.

Sin dudas, se habrá sorprendido ante tamaña muestra de interés. Aunque, según se supo por periodistas acreditados en el lugar, la reunión tuvo un final agridulce para él: los visitantes se fueron  felicitándolo “por el paquete de medidas realistas y liberales” que está aplicando en los últimos meses  (¡un tipo de elogio que seguramente el Ministro hubiera preferido no recibir!).

¿Por qué elegirían a Argentina en vez de China? Temen que el dueño de casa termine arrinconándolas con sus “abrazos de oso”.   ¿Por qué no optan por India? Porque esperan encontrar mejores recursos humanos aquí.   ¿Por qué no  Rusia? Les preocupa el fuerte intervencionismo de Putin.   ¿Por qué no Brasil o Méjico? Ya están operando ahí.   ¿Por qué no se instalan en países más estables que el nuestro, como Chile o Uruguay? Por sus reducidos mercados internos.   

¿Por qué no van a Australia?  Por las fuertes reglas que  rigen  ahí  en  cuanto  a  la  repatriación de  beneficios  económicos  (algo que nosotros deberíamos imitar, además de sus estrictas normas sobre preservación medioambiental).

Pero más allá de estos factores,  queda  a  la  vista  algo  demasiado  sintomático:  si  todas  esas  empresas  se muestran dispuestas a  traer  capitales “frescos”, ¿dónde  está la crisis internacional que Capitanich y Kicillof citan a cada rato como motivo fundamental de nuestra desaceleración económica? Aquella famosa “debacle de las hipotecas” (iniciada en Estados Unidos a mediados del 2008 y luego extendida a Europa) ya se ha disipado, y debieran dejar de utilizarla  como  argumento  para  justificar  que  el  país  ha  dejado de crecer a  “tasas  chinas”  (si nos hemos estancado, es por errores nuestros y no por culpa  de convulsiones externas). 

IV -  La decisión política

Es, en definitiva, la posibilidad de una eventual revisión del FMI lo que preocupa (más que al gabinete económico) a la propia presidenta, que no desea verse desairada por un informe negativo o cargado de dudas sobre la efectividad de las políticas económicas seguidas (ya demasiado la han fastidiado los cuestionamientos que,  sobre  su gestión, formularon en los últimos tiempos The Financial Times, The Economist, Fortune o The Washington Post  -muy consultados por funcionarios de otros gobiernos y grandes inversores del hemisferio norte-).    

Lo único claro por el momento es que, llegado el caso, será  Cristina  quien  tome  la  decisión  final  sobre  autorizar  o  rechazar  esa inspección si se convirtiera en un requisito insalvable para acordar con el Club de París.  Sin dudas, no  le  resultará  fácil  resolver  por las connotaciones  políticas que  conlleva.  Sabe  que  Argentina  necesita  regresar  al  mercado  internacional de capitales si desea llegar con suficiente  oxígeno hasta  diciembre 2015 (Kicillof  le  ha informado que este año se precisan créditos externos por unos U$S 6.000 millones  para  mejorar  el  nivel  de reservas del Banco Central).  

Pero sabe también que  aceptando el retorno de los inspectores del FMI, no sólo estará arreando una bandera que enorgullecía a Néstor (quien se jactaba de haberlos “mandado de vuelta a su casa”): también habrá causado una profunda herida al “relato” sobre la década ganada.-

 

 

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