Por Pablo Schiaffino y Martín Tetaz
Para La Nación
El Kirchnerismo demostró que cuando los problemas aparecen, la solución es borrarlos con un pulgar salivado. La destrucción de las estadísticas en la Argentina muestra una trayectoria histórica firme. Comenzó con la manipulación en el índice de precios, siguió con una sobre-estimación del producto bruto interno -que quitó algunos puntos al crecimiento de la última década- y siguió con datos del sector externo. La última obra maestra en el derrotero institucional exhibe manipulaciones con la población económicamente activa y, por lo tanto, con los datos de desempleo. Como si tratara de la película Memento, donde el protagonista -privado de memoria de corto plazo- escribe en notas de papel lo que, efectivamente, luego cree que es Verdadero.
Desde Keynes hasta Friedman, hay en economía una regla de oro que podríamos llamar "formación de expectativas". Y el problema es que cuando las instituciones que relevan la información de las variables más importantes de la economía dejan de ser creíbles, la población forma sus expectativas bajo técnicas informales -proceso heurístico, para hablar en términos formales-.
La conversación de café, el diálogo con pares y la percepción subjetiva sobre la evolución de los precios en el supermercado son más confiables que un oscuro indicador que comienza a marcar serias diferencias entre lo Percibido y lo Verdadero.
Así es como predomina la anarquía sobre las expectativas. Al no existir un mapa que represente fielmente el territorio, los puntos de vista que separan a los agentes se vuelven válidos a pesar de que sean contradictorios. Y fue por este motivo que decidimos, a fines del año pasado, encarar una investigación que nos permita ver -entre otras cosas- cuál es la tasa de desempleo según los argentinos en Argentina. Junto a la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Palermo (en el estudio participó Gabriel Foglia, decano de la Ffacultad) y TNS-Gallup, relevamos a la población argentina adulta (18 años o más) con una cobertura nacional de 26 localidades. Fueron 1000 casos y se utilizó el método maestral probabilístico, polietápico, estratificado con cuotas de sexo y edad en el hogar.
Nuestra sorpresa fue la respuesta. Los argentinos declaran que el porcentaje actual de desocupación del país es en promedio de 25,5% y proyectan que será del 26,6% el próximo año. Si tomamos la mediana, la mitad de la muestra tiene una percepción acerca del índice de desocupación actual que está por encima del 19,3%, mientras que la otra mitad se encuentra por debajo de este valor. Con similar comportamiento, también sucede lo mismo con la percepción para el próximo año, donde la mitad declara una proporción por encima del 19,4% y la otra por debajo.
Según el Indec la desocupación es de 6,.9%. Para algunos consultores privados, este valor puede ser de entre 10% y 11%. Para cualquiera de los dos casos la diferencia es sumamente notoria: ¿cómo es posible? Una primera posibilidad, sencillamente, es que nuestro estudio esté mal. Sin embargo, la pregunta que formulamos es sencilla y nosotros nos limitamos a anotar la respuesta del entrevistado sin cuestionar los valores de ese número. Además nuestra base de datos pasó varias pruebas de verificación. Una segunda posibilidad es que, efectivamente, la gente entienda que una persona desempleada es cualquier persona que no trabaja. Pero, bajo las definiciones económicas generales, si una persona no trabaja porque -imaginemos- voluntariamente no decide participar del mercado de trabajo, no puede ser considerada desempleada. De esta segunda posibilidad se deriva un segundo sub-caso: que el problema de definiciones sea cierto pero que, al no existir estadísticas fiables, la gente forme sus propias expectativas de lo que cree que es el desempleo.
En cualquier caso, es una pregunta para un futuro trabajo de investigación analizar cómo la población argentina forma sus expectativas en un contexto de incertidumbre. Pero, más allá de cómo se llegó a este número, el argentino medio tiene en su mente un valor de referencia para el desempleo que -nosotros, como economistas, nos animamos afirmar- poco tiene que ver con la realidad. Esto es lo que ocurre precisamente cuando se pierde credibilidad en las instituciones.
Los mapas mentales son más fidedignos que el territorio y, aunque cueste admitirlo, si en la Argentina la gente cree que existen niveles de desempleo como en La Gran Depresión, en el corazón del asunto está reinando un sobre-exagerado pesimismo económico. La consecuencia de este pesimismo será, precisamente, un menor consumo interno y, por ende, menor actividad. Y cuando la actividad cae, aumenta el desempleo, confirmando así la inferencia inicial del desempleo elevado. Un magnífico ejemplo de profecías autocumplidas.
Pablo Schiaffino es economista, investigador de la Universidad de Palermo y profesor en la UTDT.
Martín Tetaz es economista y profesor de la UNLP, la UBA y la UNNoBA..
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