Las elecciones del 25 de octubre sorprendieron a todos. El ajustado primer lugar de Scioli frente a Macri, y el inesperado triunfo de Cambiemos en la provincia de Buenos Aires, modifican el mapa político del país, y nos colocan frente a un balotaje en donde el PRO-Cambiemos puede ganar la presidencia de la Nación.
Mauricio Macri y el PRO son claramente la expresión partidaria que expresa más cabalmente los intereses del capital concentrado y la oligarquía en la política argentina. Basta ver su gestión en la Ciudad de Buenos Aires, su posicionamiento frente a toda conquista popular, su alineamiento directo con la embajada norteamericana y las grandes empresas que operan en nuestro país. Es evidente que es el candidato favorito del establishment. Un triunfo de Macri significaría no sólo un gran retroceso para nuestro pueblo, sino también un duro golpe a los procesos revolucionarios abiertos en América Latina, ya que a nadie se le escapa que Macri es un abierto conspirador contra los gobiernos de Cuba, Venezuela o Bolivia e impulsor de proyectos como la Alianza del Pacífico que revitalizan y refuerzan la dependencia económica y política de la región con Estados Unidos.
Ningún analista, ninguna fuerza política, ningún medio de comunicación previeron este escenario. Ya habrá tiempo para analizar las causas profundas de este resultado. Pero más allá de las razones por las cuales un sector importante de la población votó la opción liderada por el PRO, es indudable que este escenario se explica por una alta cuota de responsabilidad de la conducción del Frente para la Victoria.
Elegir a Daniel Scioli como candidato oficial, con la tesis de que un personaje más moderado sería mejor para enfrentar a las propuestas más derechistas, se demostró inútil. De esa manera la conducción del kirchnerismo terminó imponiendo un candidato que expresa un claro giro conservador, al mismo tiempo que fue y es ampliamente resistido por parte de su militancia.
Pero las causas no son sólo los candidatos elegidos. Por un lado en estos doce años el kirchnerismo no se planteó seriamente apoyarse en la movilización popular, ni modificar la estructura política que lo sustentó. El Partido Justicialista, sus gobernadores, intendentes, las estructuras sindicales burocratizadas se mantuvieron intactas, a tal punto que están esperando la salida de Cristina para tomarse revancha contra buena parte de la militancia genuina que se ha sumado al FPV en estos años. ¿Quién sino la conducción del propio FPV es responsable de esta situación?
Por otro lado, su proyecto se enfrenta hoy con las propias limitaciones de cualquier “capitalismo nacional con inclusión”, es decir, con los límites fatales de una política económica que no se propone conmover las bases estructurales de la dependencia, miseria y desigualdad nacional, sino solamente paliar sus consecuencias. El mismo gran empresariado con el que el kirchnerismo esperaba construir una utópica “burguesía nacional”, ahora vuelve a traicionarlo y se alinea detrás de Macri, juzgando que con él va a encontrar mayores posibilidades de avanzar contra las conquistas de la clase trabajadora. Como decía Hugo Chávez, “aquí hay sólo dos caminos: o capitalismo o socialismo”.
Finalmente, la política de colaboración con el PRO en la Ciudad de Buenos Aires, acordando en numerosas ocasiones en la Legislatura porteña, también emerge en el escenario actual. ¿De qué sirvió fortalecer a la nueva derecha macrista en la capital del país en los últimos ocho años?
Lo cierto es que las consecuencias negativas de las limitaciones del proyecto kirchnerista, las sufriremos las amplias mayorías de la población.
Esto no quita que las fuerzas populares que no formamos parte del FPV no debamos hacer un balance autocrítico sobre nuestras limitaciones y dificultades para intervenir durante los últimos años. Pero de ninguna manera aceptamos que se equiparen nuestras responsabilidades con las de la conducción del FPV y buena parte de sus cuadros, ante el dramático escenario planteado en la definición del próximo presidente de la Nación.
No obstante estos señalamientos, creemos que el 22 de noviembre está en juego algo importante en nuestro país, frente a lo cual las fuerzas populares y de izquierda no podemos ser indiferentes ni neutrales. Un gobierno de Scioli, ya lo hemos dicho, representará un retroceso, y deberemos enfrentar cualquier intento de ajuste y ataque a nuestros derechos. Pero un gobierno de Macri abre la posibilidad de un retroceso aún mayor, que sería una dura derrota política y simbólica para nuestro pueblo, y nos colocaría en una situación cualitativamente distinta.
Entendemos que ambos candidatos generan un rechazo lógico, por su recorrido y porque ambos expresan un giro conservador, pero sostenemos que no es lo mismo para el campo popular la victoria de uno por sobre otro. Por eso rechazamos el llamado al voto en blanco que hacen distintos referentes políticos de la izquierda, y creemos que es una política completamente equivocada. Scioli y Macri pueden parecerse mucho en sus estilos y trayectorias, pero en el balotaje no se elegirán sólo personas. No es lo mismo un gobierno del FPV, aún en el marco de una salida conservadora, que un gobierno del PRO.
Decimos esto desde nuestra propia trayectoria: hace un año denunciamos el giro a la derecha del conjunto del sistema político que hoy está en curso, y propusimos a toda la militancia popular la construcción de unas amplias primarias abiertas para enfrentarlo. No tuvimos respuestas. Ante esa situación, decidimos no participar como fuerza en la elección presidencial, pero tanto en las PASO de agosto como luego en octubre, llamamos a votar a los candidatos presidenciales del campo popular. En octubre eso nos llevó a llamar a votar a Nicolás Del Caño, el único candidato que no expresaba este giro conservador y antipopular.
Este 22 de noviembre no nos da lo mismo que la nueva derecha argentina, alineada con las oposiciones conservadoras y golpistas de América Latina, gane la presidencia del país. No nos da lo mismo tener un gobierno alineado con la política norteamericana de desestabilización contra la Revolución Bolivariana, contra los procesos de cambio, y opuesto a cualquier perspectiva de integración latinoamericana.
No nos da lo mismo la llegada al gobierno de un partido de laboratorio nutrido con lo más conservador de la política nacional, de clara orientación neoliberal. No nos da lo mismo un gobierno que pretende pagarle a los fondos buitres en sus propios términos, que anuncia explícitamente que pretende devaluar, reducir los impuestos a las grandes riquezas, sacar las retenciones y reducir el gasto público.
No nos da lo mismo un gobierno que, diga lo que diga en medio de la campaña electoral, durante años votó en el Congreso de la Nación contra los principales avances de los últimos años: la estatización de las AFJP, la expropiación de YPF, el matrimonio igualitario, la Ley de Medios, la Asignación Universal por Hijo, etc.
Finalmente, estamos convencidos que la clase trabajadora y el pueblo estarán en mejores condiciones de pelear y resistir cualquier ajuste en un gobierno del FPV, que en un gobierno del PRO. Será tarea del conjunto del campo popular seguir organizándonos como pueblo, fortaleciendo la unidad de las diferentes organizaciones y elevar el nivel de movilización y protagonismo popular, no sólo para resistir lo que venga, sino también para construir un proceso emancipatorio para y desde las mayorías sociales de nuestro país.
Por eso, el próximo 22 de noviembre, votaremos la fórmula del FPV en el balotaje, y llamamos a todas las fuerzas populares y de izquierda a realizar una fuerte campaña en contra de un posible triunfo de Mauricio Macri.
Y el lunes 23 de noviembre, gane quien gane, estaremos más convencidos que nunca para salir a las calles a seguir peleando junto a todos aquellos militantes del campo popular que estén dispuestos a enfrentar cualquier política de ajuste, construyendo una izquierda popular en la Argentina, que camine a paso firme hacia nuestra segunda y definitiva independencia.