Se llama “fondos buitre” a aquellos fondos de inversión que compran deuda de países en default o casi en default para hacer una ganancia cuando se llegue a un arreglo aun con una quita importante. Si, por ejemplo, se compran bonos al 30% del valor nominal, se puede hacer una ganancia aunque el arreglo sea con una quita de 50% o 60%. El adjetivo de “buitre” indica la forma de accionar de fondos con capacidad de inversión que compran bonos a bajo valor aprovechando que alguien quiere vender para luego recuperar algo de lo que está en litigio.
El tema de los fondos buitre volvió a la arena pública cuando el Elliot Management, que maneja unos US$ 20.000 millones, embargó la Fragata Libertad, buque escuela de la Armada argentina en un puerto de Ghana. Elliot fue uno de los acreedores de la deuda argentina que no aceptó el arreglo alcanzado en 2007 con las quitas más grandes de la historia: 65%. Para cobrar sus créditos, Elliot siguió litigando por todo el mundo para hacerse de activos del Estado argentino. Solo tuvo éxito con la Fragata Libertad. El valor material del buque del buque escuela no es demasiado elevado, pero su valor simbólico sí lo es. Y ello generó considerable conmoción en Argentina. La presidenta llegó a decir “nos quitarán la fragata pero no la libertad”.
Cuando aún los ánimos siguen caldeados por el embargo, Paul Singer, CEO del fondo Elliot, no tuvo mejor idea que echar más leña al fuego al explicar los motivos para embargar la fragata. Señaló que su fondo había comenzado a comprar bonos argentinos cuando aún no estaban en default porque los consideraba baratos en relación con el potencial económico del país. Y que luego, con el default y el desmanejo económico, decidieron no transar y buscar la recuperación del máximo posible.
No sé cómo catalogar a Singer, que hizo una ganancia exorbitante del 400% al negociar en los años 90 con deuda peruana, amenazando con hacer entrar en default toda la deuda peruana. Si no es buitre, por ahí anda. Pero creo que hay un punto de su razonamiento en el que tiene razón: Argentina tiene un enorme potencial que no alcanza a desarrollar. Es más, Argentina ya estuvo, como dice Singer en su carta, en el sexto lugar del ranking mundial de economías desarrolladas. Y desde entonces no ha hecho más que retroceder. Aun en América Latina, países más pobres, como Chile, la superaron en PIB per cápita. Otros, como Colombia, la superó hace poco en PIB total. Y ello tanto por el crecimiento de esas economías como por el declive de Argentina.
Me tiene sin cuidado el señor Singer y sus fondos. No me interesa la Fragata Libertad ni la posición de CFK al respecto. Pero sí me concierne y me duele que Argentina no haya mantenido la posición que tenía a principios del siglo pasado en el concierto de las naciones, y que ese declive se deba más a errores propios que a méritos ajenos. Japón y Alemania se acercaron claramente a Estados Unidos después de la segunda guerra mundial, pero fue principalmente debido a la recuperación de ambas potencias que al retroceso americano. Argentina, en cambio, perdió posiciones y dejó el top ten del mundo por errores propios. Se encerró en sí misma, obstaculizó el desarrollo de su inmenso potencial agrícola, desmanteló las instituciones democráticas, hizo del no cumplimiento de reglas y normas una especie de deporte nacional –el festejo del default en el Congreso en 2001 fue el acto supremo de esta actitud–. Y, aun con la democracia recuperada, ha mostrado desdén en el respeto de la ley, del estado de derecho y de los tratados internacionales, de la separación de poderes.
Un país llamado a volar tan alto como las águilas o como el cóndor andino, se ha estancado por décadas. Y aún ahora, en una década de excepcional bonanza en estas latitudes, se da el lujo de desaprovechar una oportunidad de oro para ponerse a rueda con los demás países. Da lástima y una gran pena para quienes queremos a Argentina, y queremos que desarrolle todo su potencial. Pero, en vez de volar como las águilas, prefiere pelear contra los buitres. Muy triste.