"Cuando los militares me secuestraron, no tenía la menor duda de …

a coruña

En su propia piel sufrió uno de los episodios más oscuros e infames del siglo XX. Con Una sola muerte numerosa, la voz de Nora Strejilevich se multiplica por las miles de víctimas y desaparecidos caídos bajo el yugo del autoproclamado Proceso de Reorganización Nacional, la dictadura militar que entre 1976 y 1983 sumió a Argentina en el terror. La autora visitó Sada y A Coruña este fin de semana en los actos organizados por la Asociación Irmáns Suárez Picallo y la Comisión pola Recuperación da Memoria Histórica.

-Estuvo presa en el centro de detención y tortura Club Atlético, un sótano a escasos metros de varias céntricas calles.

-Había ciertos lugares, como la enfermería, donde se escuchaban ciertos ruidos de la calle. Incluso se escuchaban los partidos y voces. Yo, sin embargo, estuve en una celda donde escuchaba los gritos de los torturados. Un superviviente, un joven que salió de allí, logró identificar el lugar por sonidos e incluso olores. La ciudad dio el permiso entonces para poder desenterrar.

-Otro conocido centro de tortura fue la ESMA, a escasos metros del estadio Monumental que recibió la final del Mundial 78.

-Es un ejemplo de cómo las dictaduras pueden manipular a la población para que no se den cuenta de lo que está pasando. En el Mundial del 78 se hizo la campaña de Somos derechos y humanos frente a las reclamaciones de Derechos Humanos. Había propaganda sobre una campaña internacional contra Argentina, y a aquellos que tratábamos de denunciar todo lo que estaba pasando en el país, ellos lo llamaban 'campañas antiargentinas'. El problema era que mucha gente creía todo eso.

-¿Cómo era la situación cuando se produjo su secuestro?

-Tenía cierto conocimiento de que era terrible, porque cuando me secuestraron estaba huyendo del país. No tenía la menor duda de que, cuando me secuestraron, no iba a volver. Fue una sorpresa que me liberaran. Hacía meses que se habían llevado a mis primos hermanos, pero mucha gente aún no se daba cuenta de que esta dictadura era diferente a las anteriores. Esto era un plan de exterminio. En el 77, cuando me secuestraron, todavía no se percibía del todo, pero el sector en el que yo me movía ya nos dábamos cuenta de lo que estaba pasando.

-¿Cuándo comenzó a hablarse de terrorismo de Estado?

-Dependía de donde estuviese uno. Había gente que no sabía nada, otra que era más consciente y otra que miraba para otro lado. A nosotros nos revisaban los bolsos para entrar en la universidad, o a veces nos venía alguien con un arma larga para preguntarnos qué estábamos haciendo. Como todo se mantenía en secreto, era muy difícil saber hasta dónde llegaba el peligro. Los que eran activistas ya se daban cuenta de que las cosas estaban muy mal, lo que no se imaginaban es que iban a ser torturados y, casi todos, asesinados.

-¿Qué supuso para usted la aprobación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final?

-Esas leyes nos dejaron muy disconformes. Entonces estaba en Argentina, tras exiliarme en Canadá. En ese momento se produjo el levantamiento carapintada, que llevó a la renuncia del presidente Alfonsín a hacer justicia a fondo. Pasó mucho tiempo hasta 2003, cuando se reiniciaron los juicios, tras las amnistías durante el gobierno de Menem. Finalmente llegó un gobierno que, a través de las comisiones de la verdad, asumió la responsabilidad de lo que había pasado.

-Aunque Alfonsín había tratado de enjuiciar a los militares.

-Alfonsín logró realizar los juicios públicos, que a nivel simbólico fueron históricos. Los militares tuvieron que tolerar todos los testimonios que los encriminaban y finalmente fueron condenados, pero el Punto Final y la Obediencia Final limitaron el proceso. Ahora se habla por fin de genocidio y terrorismo de Estado, mientras que en los juicios del 85 se juzgaban a los militares como asesinos seriales en vez de por crímenes de lesa humanidad.

-Argentina se utiliza como ejemplo de memoria histórica. ¿Son suficientes los esfuerzos realizados en los últimos años?

-Lo bueno en Argentina es que cada vez se hace más. Primero involucraron a los torturadores, pero luego tuvieron que rendir cuentos religiosos que estaban en connivencia con los militares. Ahora ya se juzgan a los médicos que participaron en el secuestro de los bebés nacidos en centros de tortura.

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