Las peleas políticas suelen tener lógicas complejas, difíciles de comprender en sus orígenes y proyectar en sus consecuencias.
Aspiraciones personales, diferencias de visiones, intereses económicos, cuestiones de fondo y aspectos meramente anecdóticos suelen conformar una imbricada trama que lleva a líderes políticos a enfrentarse.
La disputa entre Córdoba y la Nación está clavada en las raíces mismas de la bicentenaria historia argentina. Capítulos como los que protagonizan Cristina Fernández de Kirchner y José Manuel de la Sota tienen una larga lista de antecedentes, cada uno con sus matices.
En su discurso por cadena nacional del lunes, la Presidenta terminó de involucrarse personalmente en la disputa, y –como suele ocurrir en cualquier pelea– cada uno responsabiliza al otro por el origen. El viernes, en su discurso de apertura de sesiones en la Legislatura, el gobernador dedicará más de un párrafo para la réplica.
El primer elemento que debe considerarse es que este enfrentamiento es, pese a que sus protagonistas digan lo contrario, parte de la prematura carrera por la sucesión presidencial de 2015, con una interna peronista que ha mostrado el inicio pero que tiene un final impredecible.
Un elemento que sorprende es que el grado de virulencia alcanza a todas las líneas de gestión.
Hay veces que el choque entre gobernantes se limita a una cuestión de cúpulas, mientras que los mandos medios siguen con acciones coordinadas. Por caso, en aquel encendido enfrentamiento De la Sota-Luis Juez, las líneas medias de la Provincia y la Municipalidad de Córdoba mantenían contactos y acordaban medidas para resolver cuestiones concretas de los vecinos. Eso hoy, en la pelea Nación-Provincia o Cristina-De la Sota, no sólo no se da sino que amenaza con agudizarse.
O sea, aspectos muy sensibles para la gente quedan a merced de un enfrentamiento de poder.
En este sentido, es interesante analizar lo que piensan los cordobeses de la pelea. Por aquellas cuestiones históricas que mencionábamos y algunos otros elementos, Córdoba ha sido siempre una provincia refractaria al poder central. El kirchnerismo es el que más sufrió el rechazo. En los mayores períodos de esplendor K, el voto cordobés al matrimonio santacruceño o sus candidatos fue marcadamente diferente hacia abajo que la media nacional.
Por ello, no sorprende que un alto porcentaje de cordobeses respalde la decisión del gobernador de plantarse ante el Gobierno nacional.
Pero aquí surge un elemento especial: es elevada también la cantidad de cordobeses que rechazan el enfrentamiento porque creen que los puede afectar en cuestiones concretas.
Es paradójico. Los cordobeses no quieren un gobernador sumiso de la Presidenta pero le objetan que se pelee, porque temen que Córdoba sea perjudicada.
Probablemente, en los fundamentos de esa postura de la gente esté escondida la duda de si De la Sota se pelea con Cristina por defender intereses provinciales o para posicionarse ante una eventual candidatura presidencial. En realidad, ambas cosas pueden ser ciertas en simultáneo.
Y así como es difícil precisar orígenes y consecuencias de cualquier disputa política, entender estos planteos ciudadanos también es complejo. Pero pueden ser un punto de aproximación para analizar posibles desenlaces de este nuevo capítulo de una pelea histórica.