Una visita al lúgubre cementerio de Río Gallegos deja pocas dudas sobre el héroe de esta ciudad patagónica azotada por el viento, donde sombríos espacios abiertos se elevan a horizontes sin árboles y cielos plomizos.
Un mausoleo de mármol, que sigue el modelo de la tumba de Napoleón, rinde homenaje a Néstor Kirchner, el exgobernador de esta provincia desolada, que inesperadamente ganó las elecciones presidenciales en Argentina en 2003 y llegó a fundar una ideología de izquierda conocida como "kirchnerismo".
El kirchnerismo es una versión contemporánea del peronismo y, al igual que su antecesor, no es tanto una ideología como un estilo de gobierno, que se caracteriza por programas populistas de bienestar social, fuertes dosis de nacionalismo y concentración de poder.
Kirchner murió en 2010 pero su glamorosa esposa, Cristina Fernández de Kirchner, que lo sucedió como presidente en 2007, luchó para mantener la bandera del kirchnerismo en alto. Tanto Fernández como el propio kirchnerismo probablemente resultarán legados difíciles para quien gane en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Argentina el 22 de noviembre.
Sea que la victoria quede para Mauricio Macri, el alcalde de centro-derecha de Buenos Aires, que lidera encuestas y quiere borrar del mapa al kirchnerismo, o Daniel Scioli, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, que es más de izquierda y cuenta con el respaldo del gobierno nacional, ambos tendrán que enfrentarse al poder vestigial considerable de la señora Fernández... y al desastre económico que esta va dejando tras de sí.
"El kirchnerismo es como un avión sin tren de aterrizaje", sostiene Javier Bielle, exlegislador provincial de la oposición, que cree que Fernández sufre una "resistencia patológica" a soltar el poder. "O el kirchnerismo queda suspendido en el aire o será un aterrizaje espectacular, como mínimo, o trágico, en el peor de los casos".
Muchos otros líderes de izquierda de la región, desde Venezuela a Brasil, se caracterizan por una caída similar de la gloria: su popularidad se mantuvo en alto mientras las economías crecían, pero se resquebrajó a medida que la caída de los precios de los productos básicos reveló que buena parte de la prosperidad era solo una fachada.
Fernández, sin embargo, se va justo cuando la economía sigue avanzando. Más bien será su sucesor quien tendrá que lidiar con varias bombas de tiempo económicas, incluyendo un creciente déficit fiscal, inflación elevada, escasez de dólares y una disputa legal de larga data con los "holdouts" acreedores.
"No nos equivoquemos al respecto, la próxima administración hereda un legado económico muy tóxico", declara Patrick Esteruelas, analista de EMSO Partners, una gestora de activos de mercados emergentes.
En efecto, las consecuencias políticas de un ajuste económico podrían dejar a Fernández en una buena posición para convertirse en la líder de facto de la oposición, según muchos especulan. Otros piensan que podría incluso intentar volver a la presidencia en 2019, en las próximas elecciones, una vez que se sanee la economía.
En cualquier caso, es probable que, entretanto, la remota provincia de Santa Cruz siga siendo la base de poder desde la cual Cristina Fernández y su marido lanzaron su carrera política. La avenida principal de su descuidada capital, Río Gallegos, fue rebautizada con el nombre de Néstor Kirchner, y su hermana, Alicia Kirchner, fue elegida gobernadora el mes pasado.
"Santa Cruz es un riesgo para quien siga gobernando el país", afirma Bielle. "Alicia Kirchner es sólo una fachada, no tiene poder político real. Eso le pertenece a Cristina [Fernández] y [a su hijo] Máximo", el líder del grupo de jóvenes radicales, La Cámpora, cuyos seguidores ocupan cargos estatales influyentes.
De hecho, dada la inclinación de la señora Fernández por la actuación —a menudo modela como la querida heroína argentina Evita Perón—, pocos pueden imaginar que esta mujer de 62 años se retire de la escena pública. "Sin duda, en un principio, querrá disfrutar de sus nietos durante un tiempo, pero después de eso veremos. No puedo imaginarla alejada de la política", sostiene Pablo González, vicegobernador electo de Santa Cruz.
"Cristina seguirá siendo una figura política central en Argentina y el mundo. Sin duda, es una de los políticas más importantes de América del Sur de los últimos 50 años", agregó.
Una de las razones por las que es poco probable que Cristina le dé la espalda al poder es la posibilidad que tendrá de luchar contra los cargos de corrupción. Su fortuna personal se multiplicó por diez desde que su marido entró en funciones y su cadena hotelera Hotesur está siendo investigada por lavado de dinero.
"Todos sabemos cómo [la pareja Kirchner y sus asociados] solían vivir, y hoy la riqueza de que gozan está en un nivel diferente al que podrían haber alcanzado trabajando", sostuvo Roberto Giubetich, alcalde opositor electo de Río Gallegos.
"Nunca hubo un gobierno tan descuidado [en ocultar sus huellas]. [Carlos] Menem fue un bebé de pecho, en comparación", agregó, en referencia al presidente de Argentina durante la década de 1990, que pasó años batallando juicios por cargos de corrupción.
El nombre de Kirchner todavía impone respeto en la Argentina, dado que se asocia con políticas redistributivas generosas. Así sucede especialmente en Santa Cruz, una provincia rica en petróleo y gas, que es más grande que el Reino Unido, pero sólo tiene 300.000 habitantes.
Sin embargo, incluso en este puesto fronterizo distante de la civilización, muchos se preguntan cuánto tiempo la familia de Néstor Kirchner podrá disfrutar de su gloria reflejada.
"Cuando se menciona el nombre de Néstor, los ojos de muchas personas se llenan de lágrimas de emoción. Las personas dicen que él les dio una casa, un trabajo, que trajo progreso", afirma Giubetich. "Pero no es el caso de Máximo o Alicia... y ciertamente tampoco de Cristina. Ella ni siquiera es de esta provincia".