Decenas de miles de argentinos salieron a las calles de las principales ciudades del país para protestar contra las políticas de la presidenta Cristina Fernández, que desde que fue reelecta el año pasado sufre una caída en su popularidad en medio de críticas a la fuerte intervención estatal en la economía.
La protesta, que tiene lugar cuando la economía se desacelera y el Gobierno restringe la compra de divisas, fue convocada a través de redes sociales y medios de comunicación por ciudadanos sin filiación política y por miembros de la oposición, aunque no se observaron banderas partidarias en las distintas concentraciones.
Entre otros puntos, los manifestantes se quejaban por la inseguridad urbana, por la supuesta intención de Fernández de buscar una nueva reelección, por la inflación y por las trabas oficiales para la compra de dólares.
"Sí a la democracia, no a la reelección", decía el cartel de manifestantes en el centro de Buenos Aires, donde el tránsito estaba colapsado por la amplitud de la protesta.
Tras ganar los comicios presidenciales del 2011 con el 54 por ciento de los votos, la aprobación de la gestión de Fernández fue de sólo el 31.6 por ciento en octubre, según la última encuesta de la consultora Management Fit.
Otros sondeos arrojan una imagen positiva mayor para la mandataria, aunque muestran también que este año su popularidad ha caído al menos 10 puntos porcentuales.
"El Gobierno y Cristina Fernández saldrán más debilitados aun de lo que ya están. Sin embargo, no considero que exista una alta probabilidad de que el Gobierno modifique sus políticas o su discurso", señaló Sergio Berensztein, director de la consultora Poliarquía.
Fernández tiene un estilo confrontativo de gestión y de comunicación, lo que provoca que el malestar que sienten los opositores ante sus políticas se acreciente.
Berensztein consideró también que con la manifestación, "la oposición también demuestra su impotencia e incapacidad para canalizar las demandas emergentes".
La protesta se da meses después de que la economía argentina empezó a desacelerarse tras casi una década de sólido crecimiento y en momentos en que la inflación -estimada en más de un 20 por ciento anual por analistas particulares- está erosionando el poder adquisitivo de la población.
En busca de frenar una fuga de divisas, el Gobierno restringió aún más este año las compras de dólares, ya limitadas desde el 2011, lo que generó un amplio descontento en sectores de la sociedad -principalmente de clase media o alta- habituados a viajar al exterior o a ahorrar en la moneda estadunidense.