Clima económico frío para la zafra de cultivos de invierno

No está nada fácil para los agricultores tomar las decisiones en este otoño. Hubo un tiempo en el que los precios llamaban a hacer doble cultivo y simplemente esperar un rendimiento aceptable para lograr un margen. Pero ahora el bajo precio esperable, la escasez de agua y la situación El Niño, plantar trigo o cebada se ha vuelto una decisión difícil.

El área de los cultivos de invierno en realidad ya viene en descenso y este año no se interrumpirá la tendencia. Habrá menos trigo sembrado en Uruguay y seguramente también en Argentina. Es difícil la decisión de sembrar porque la expectativa de precios a la cosecha no pasa de US$ 180 la tonelada, y con un precio de esa magnitud solo un rendimiento muy alto permite cubrir los costos.

Pero, además, al comienzo de mayo si se confirman los pronósticos actuales volverá a darse un faltante importante de agua en los suelos. Y una siembra tardía ya comprometería ese necesario buen resultado de rendimiento. Más importante que lo anterior, hay una situación casi Niño en el Pacífico, que da una buena chance de que las lluvias en la primavera sean excesivas, algo que afecta negativamente al cultivo.

 En 2014 los que apostaron todo a un cultivo de soja sembrado temprano fueron los que tuvieron un mejor resultado. El azar climático les permitió evitar parcialmente el impacto de la sequía de fin de verano y de otoño. Por el contrario, muchos de los que apostaron a trigo o cebada seguidos por un cultivo de soja sembrado luego de la cosecha tuvieron dos resultados adversos: por exceso de lluvias en invierno y por faltante en el verano.

Así las cosas muchos podrían apostar a un cultivo de soja sin hacer agricultura de invierno, pero eso no es posible para todos. Implica dejar de facturar por un tiempo prolongado y para quienes no tienen una ganadería que genere caja es muy difícil resistir un año entero. “Prefiero no facturar –y dejar en el banco el dinero a invertir en el cultivo– a perder”, dijo un agricultor.

El mundo está bien abastecido de granos, los rendimientos han sido magros en las dos últimas zafras, y la disyuntiva es difícil de resolver. Con rendimientos de equilibrio, que para el trigo pueden superar los 3.500 kilos/ha, cotizaciones de gasoil y fertilizantes que casi no han bajado, es casi un dato que la superficie triguera de Uruguay bajará.

Todavía es temprano para cuantificar áreas. Pero no sería descabellado pensar que la superficie de trigo pase de las 400 mil hectáreas sembradas el año pasado a unas 350 mil este año.

Un descenso que seguramente será similar en Argentina, donde se espera una baja de 10% en el área triguera. Es que los países exportadores se tienen que adaptar a un período de sobreoferta, que incluye lo que parece será una gran cosecha europea. Las lluvias caídas la semana pasada sobre EEUU alejaron temores sobre una mala cosecha. El mundo está bien abastecido, y la primera estrategia defensiva de los agricultores será reducir el área.

Cebada, colza y perspectivas
Una segunda parte de la estrategia muy posiblemente consistirá en mantener el área de cebada. Un cultivo con algo menos de costo, con una menor demanda por fertilizantes y en algunos casos fletes. Con algunos esquemas de precios atractivos, además, que en cierta manera, al menos para parte de la cosecha, independizan el precio del grano de los vaivenes de los mercados. Aunque es posible que la colza tenga algún incremento en el área seguirá marginal.

Los cultivos de invierno enfrentan otro dato adverso: por más sequía que haya, el océano Pacífico en situación Niño es una amenaza latente de una primavera con lluvias abundantes  y eso significa repetir los adversos resultados del año pasado.

Los productores ya vienen golpeados. Esperaban una cosecha de buenos rendimientos en soja que se podía acercar o superar los 4 millones de toneladas por primera vez en la historia. Conseguirán una cosecha apenas moderada, que puede estar cerca de los 3,3 millones de toneladas, consecuencia de un rendimiento promedio en el entorno de 2.200 kilos en 1,5 millones de hectáreas sembradas, insuficiente para cubrir los costos.

Así se dispara la otra variable de ajuste, el precio de la tierra. Solo por un factor precio, quien recibía 1.000 kilos de soja como pago por la tierra, el año pasado recibía US$ 500 que ahora se convertirían en US$ 350 por hectárea.

Pero más allá de eso y de que los precios en kilos ya han ajustado, emergen formas novedosas de pago. Circulan tablas que condicionan los kilos a pagar por la renta a los precios que tenga la soja, e irrumpen acuerdos de medianería, en que el propietario de la tierra pasa a ser socio del agricultor.

Flexibilizar es una línea estratégica para hacer frente a la baja de precios agrícolas. Asociar a las partes compartiendo el riesgo como en las medianerías que en la zona de Young se pactan a 80% de la cosecha para el agricultor y 20% para el propietario de la tierra. O como las distintas tablas que vinculan kilos a pagar con precio de la soja cosechada.

Tras la cosecha de soja, que terminará inusualmente temprano dada la ausencia de lluvias, viene un período que es de negociación y decisiones. Las chacras en las que no se hagan cultivos de invierno, irán  para cultivos forrajeros, los llamados puentes verdes. Y muchos de ellos que antes no se pastoreaban para concentrar la actividad en la agricultura, ahora reciben terneros, novillos y vacas.

Aquí también la flexibilidad parece abrirse paso. A veces con topes de carga, a veces con tope en el peso de los animales que se reciben en pastoreo, la sinergia entre agricultura y ganadería empieza a expresarse en nuevas fomas. Los productores ganaderos que tienen novillos de 400 kilos difíciles de terminar y vulnerables a un bajo precio, pueden terminar en un verdeo del litoral de modo de mejorar su valor para el ganadero, aun cuando el valor de los kilos que agrega el animal queden para el productor agrícola. El ganadero valoriza los 400 kilos postergando una venta y dando una muy buena terminación al animal; el agricultor baja sensiblemente el costo del verdeo.

Aunque muchas son las posibilidades que surgen, todavía es temprano. Es muy factible que surjan muchas más . Por ahora la mayoría de los productores están concentrados en terminar de levantar la cosecha y recién después tomarán una decisión. La apuesta furiosa a crecer ya no está. Ahora se trata de cruzar con las menores pérdidas posibles una fase de bajos precios que  seguramente se prolongará durante 2016 y cuyo impactó sentirá todo Uruguay.

Un repliegue táctico

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Tras décadas de una producción triguera destinada principalmente al consumo interno, el auge agrícola de la década pasada convirtió al trigo en un rubro importante de exportación. El récord de exportaciones se alcanzó en 2012, por 1,6 millones de toneladas. Con la superficie de este año todo el cultivo se situará en el entorno del millón de toneladas, y el saldo exportable estará apenas por encima de las 500 mil toneladas, si no hay una variación importante en el stock que pasa de una zafra a la siguiente.

En lo que refiere al área, el trigo sumará la cuarta baja de superficie consecutiva. Aunque esto puede revelar algunos problemas del cultivo para consolidarse como rubro de exportación, en realidad lo que sucede es que hay una sobreoferta global que contrasta radicalmente con la lógica de 2011, cuando el quiebre de la cosecha de Rusia y EEUU por sequía generó precios récord que, entre otras cosas, contribuyeron a las rebeliones conocidas como la primavera árabe.

Ahora hay una necesaria adaptación a un contexto diferente. Pero Uruguay no dejará de ser exportador de trigo. Es una herramienta más en una nueva lógica productiva. Retrocede ahora y volverá a ganar área cuando el precio vuelva a ubicarse por encima de los US$ 200 por tonelada.

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