Argentina y las "barras bravas"

ENTRE LOS múltiples desafíos que enfrenta el nuevo Presidente de Argentina, Mauricio Macri, figura uno que conoce bien por sus años como presidente del club de fútbol Boca Juniors: la violencia en los estadios. Solo en la última década la disputa entre hinchas rivales cobró la vida a 87 personas en ese país. Pese al fanatismo por el fútbol que existe en Argentina, la asistencia a los estadios es una actividad de alto riesgo. Incluso se prohíbe la presencia de barras del equipo rival en los partidos para contener los enfrentamientos. Sin embargo, ninguna de las medidas adoptadas, como los controles biométricos, ha logrado reducir la violencia.

 Macri, a través de su ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, decidió acertadamente atacar esta vez el corazón del problema: las barras bravas. “Nuestro mensaje es claro: basta de barras; puedo negociar con los hinchas que van a la cancha, pero no con los que están en negocios turbios”, dijo la titular de seguridad. Buena parte de las barras en Argentina son verdaderas organizaciones criminales que entre otras cosas controlan los accesos a los estadios, venden favores políticos e incluso cobran dinero a los partidos por exhibir banderas con leyendas partidistas. Dicha situación no podría ocurrir si no contaran con la complicidad de algunos dirigentes de clubes y representantes de órganos del Estado.

 Por ello, la decisión de Macri es enfrentar el problema directamente como lo que es: un asunto delictual y de seguridad pública y no como un hecho asociado a conflictos más profundos de la sociedad transandina, porque en ese caso el avance hacia una solución -al menos en el corto y mediano plazo- sería prácticamente imposible. El objetivo es desmantelar las barras y para ello se ha planteado crear una fuerza de élite y terminar con los recursos extorsivos que financian a estas organizaciones. Si bien es un desafío que recién comienza y que deberá atacar también la compleja red de apoyo de los barristas, la medida es un paso adelante porque apunta directamente a los responsables de la violencia en los estadios.

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