Cuando uno analiza que en los últimos 70 años la sociedad argentina ha sufrido más crisis que cualquier otro país latinoamericano, sea con gobiernos de derecha o populistas, militares o civiles, surge que algo tendríamos que revisar de nuestro accionar en lo político y en lo económico.
Hoy, con cuatro años de estancamiento en el producto industrial, problemas de empleo y con gran posibilidad de un ciclo de ajuste, como sucede en Brasil, se torna claro que en los últimos 30 años de democracia no hemos sido capaces de sostener un proceso de crecimiento estable en beneficio del conjunto de la población.
La última etapa, positiva en muchos aspectos, tampoco ha servido para definir un modelo de acumulación económica que trascienda el corto plazo, ni extirpar las prácticas políticas que hacen a un país de avanzada.
Lo anterior produce una permanente incertidumbre y, de ello, hábitos de corto plazo, que por su propia lógica atentan contra el desarrollo económico y social.